En las regiones de la República Mexicana donde el invierno se caracteriza por temperaturas gélidas, las comunidades a principios del siglo XX se enfrentaban a un desafío constante: cómo mantenerse cálidos en medio de climas extremadamente fríos.
A diferencia de las comodidades modernas, las opciones de calefacción eran limitadas, y la creatividad de las personas se convertía en su principal aliada.
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El invierno y nuestros abuelos
Ante la inexistencia de aparatos que proporcionaran calor a base de electricidad en esos años, el ingenio de nuestros mayores florecía para soportar las bajas temperaturas mediante diferentes formas que se transmitían de generación en generación.
Fogones y Chimeneas
En muchos hogares, la instalación de fogones y chimeneas era una práctica común. La leña, recolectada en los bosques cercanos, se convertía en la fuente principal de combustible.
Estos elementos no solo proporcionaban calor, sino que también se utilizaban para cocinar alimentos, creando un punto central en la vida doméstica.
Ropa de abrigo tradicional
La vestimenta desempeñaba un papel crucial en la lucha contra el frío. Las personas confeccionaban prendas de abrigo utilizando materiales locales como lana y algodón.
Ponchos, sarapes y cobijas se volvían indispensables para protegerse del viento helado, y las capas de ropa eran fundamentales para retener el calor corporal.
Arquitectura adaptada
La construcción de viviendas también se adaptaba al clima. Las casas eran diseñadas con paredes gruesas y techos bajos para retener el calor, y en algunas comunidades, se utilizaban técnicas de construcción específicas para aislar del frío.
La distribución de espacios, a menudo centrada alrededor de la cocina con chimenea, promovía la congregación familiar en busca de calor.
Uso de piedras calientes
En ciertas regiones, la colocación de piedras calientes en lugares estratégicos dentro de las viviendas era una técnica ancestral. Las piedras se calentaban en el fuego y luego se trasladaban a camas o asientos, proporcionando un calor duradero que ayudaba a combatir las bajas temperaturas durante la noche.
A pesar de las limitaciones tecnológicas de la época, estas prácticas ingeniosas permitían a las comunidades enfrentar el invierno con determinación y creatividad.
A medida que el siglo XX avanzaba, la llegada de tecnologías más avanzadas transformaría gradualmente la forma en que las personas afrontaban el frío, pero estas tradiciones perdurarían en la memoria colectiva como testimonio de la resilencia y adaptabilidad de aquellos tiempos.