El 13 de mayo de 1846, Estados Unidos declaró la guerra a México, impulsado por su ambición expansionista y el deseo de apropiarse de los territorios del norte mexicano. En septiembre de 1847, tan solo cuatro meses después del inicio del conflicto, el general estadounidense Winfield Scott logró capturar la Ciudad de México, convirtiéndola en la primera capital extranjera ocupada por el ejército de Estados Unidos.
Durante este periodo de enfrentamientos, el presidente de Estados Unidos, James K. Polk, buscaba consolidar su proyecto expansionista, que comenzó con la anexión de Texas y el Territorio de Oregón.
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La guerra, que duró más de 15 meses, resultó en miles de bajas de ambos lados, pero fue la toma de la Ciudad de México lo que marcó el punto culminante del conflicto.
El 8 de agosto de 1847, Scott y sus 14,000 soldados llegaron a las afueras de la capital, y entre el 19 y 20 de agosto comenzaron los combates en zonas como Padierna y el Pedregal de San Ángel, donde las tropas mexicanas se vieron forzadas a retirarse hacia la ciudad.
Las fuerzas estadounidenses continuaron avanzando, enfrentando feroz resistencia, especialmente en el Convento de Churubusco y el Castillo de Chapultepec, donde se luchó intensamente, y la famosa batalla de los Niños Héroes dejó una huella histórica.
A pesar de los intentos de Santa Anna de negociar una paz, las batallas continuaron hasta el 13 de septiembre de 1847, cuando el ejército estadounidense finalmente ocupó el Zócalo y el Palacio Nacional, izando la bandera de Estados Unidos sobre el emblemático edificio, ante los ojos de la población mexicana.
Esta ocupación fue un momento devastador para México, que sufrió enormes pérdidas en términos de vidas humanas y territoriales.
El conflicto culminó con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, bajo el gobierno del presidente Manuel de la Peña y Peña.
Este acuerdo obligó a México a ceder una vasta extensión de territorio, que hoy conforma varios estados de Estados Unidos, como California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Arizona, Colorado, y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma.
A cambio de los territorios perdidos, México recibió 15 millones de dólares, y se estableció el Río Bravo como la nueva frontera entre ambos países. La ocupación finalizó el 15 de junio de 1848, cerrando un capítulo doloroso en la historia de México y redibujando el mapa de América del Norte.