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Backyard: El Traspatio

Escrito en OPINIÓN el

Parece mentira que 20 años ya entrados en el siglo XXI la humanidad siga siendo dominada por creencias en lugar de hechos y evidencias. Un mundo con los máximos avances tecnológicos y científicos, y un ilimitado acceso a la información donde aun hay que convencer a personas, perfectamente capaces de leer y escribir, que la tierra no es plana, ni las vacunas son dañinas, ni la violencia de género es una idea extremista.

El término “Feminicidio” tiene su origen en el idioma inglés y fue usado por primera vez a principios del siglo XIX, significando simplemente el acto de dar muerte a una mujer. Pero fue la autora sudafricana Diana E. H. Russell quien introdujo el concepto nuevamente en el siglo XX para distinguir las razones o motivos de estos actos: matar a una mujer por el hecho de ser mujer, esto es, aprovechándose de sus desventajas tanto biológicas como de roles sociales y culturales.

En el cine existen varias obras que exponen el feminicidio y la violencia de género, aunque en un reducido número de ellas son tratadas como el tema principal. 

No se trata entonces de un tema “de moda”, sin embargo y por desgracia si es un tema aun relevante y que sigue alimentando estadísticas.

“El Traspatio” (Dir. Carlos Carrera, 2009) es una película mexicana que fue estrenada hace ya casi 11 años, pero increíblemente sigue siendo la única película nacional que aborda este tema directamente. Relata los acontecimientos ocurridos a mediados de la década de los 90 en Ciudad Juarez, Chihuahua, donde cientos de mujeres fueron reportadas desaparecidas y muchos de sus cuerpos mutilados fueron encontrados abandonados en medio del desierto. Blanca Bravo (Ana de la Reguera) es una policía recién llegada a la ciudad, cuya misión principal es la resolución de estos crímenes, pero que se encuentra con distintos obstáculos y restricciones de las propias de cualquier investigación criminal, al tener que adaptarse a las condiciones impuestas por su propio equipo y por el gobierno, mas preocupado por la reputación de la ciudad por cuestiones comerciales. A la par seguimos la historia de Juana (Asur Zagada), una joven originaria de Chiapas que llega a Juárez en busca de una nueva vida, y a quien su recién descubierta libertad le permite no solo vivir nuevas experiencias, sino que la hace presa de un mundo en el que esta libertad para una mujer tiene un precio muy alto.

Es una película cruda visualmente. Como el calor del desierto que pica e incomoda, esta película no es bonita de ver, pero al menos en intención nos trata de ofrecer un retrato lo más realista posible. Y lo logra gracias en gran parte a la solidez y complejidad de su guion, escrito por Sabina Berman, el cual no busca dar respuestas sino fabricar preguntas. Consciente de la complejidad del tema que aborda no cae en extremismos, aun cuando la mayoría de los personajes masculinos parezcan villanizados, el verdadero antagonista en esta historia es siempre palpablemente un sistema, tanto político como ideológico y sí, patriarcal. El centro de la discordia en esta historia es el poder; en un sistema capitalista el poder lo tiene el dinero, y en una sociedad en la que la idea de que la mujer puede ser una pertenencia aún está demasiada arraigada en nuestros subconscientes, ella será el primer producto desechable. Como cualquier artículo que se compra, se utiliza y se tira a la basura.

11 años desde que esta película se estrenó, y para entonces ya habían pasado 13 años de la época que estaba retratando, y aun las estadísticas siguen inflándose, en Juárez y en el mundo. Y aun hay personas que siguen invalidando la palabra “feminicidio”.

Pero no son palabras lo que se necesita; llamémosle como quieran, cada número en cada estadística es una vida menos. No solo una vida arrebatada, sino un futuro negado. Una vida cuyo riesgo de ser acortada y violentada fue definido desde el nacimiento; al nacer mujer en un país donde la impunidad es lo único que tiene más poder que el dinero.