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Seducción invernal

Escrito en OPINIÓN el

El frío llegó a nuestro hogar fronterizo, esta tierra tan lejos de todo pero al centro de lo que importa. El frío siempre me trae recuerdos. Quizá es por ese acercamiento que hay cuando está helando, a veces forzado pero acercamiento al fin.

La cocina con una mecha prendida para calentarla, se vuelve el sumidero de la casa, donde todos aterrizan a conversar, mientras el café burbujea como caldo de brujas y el pan tostado emerge del tostador lleno de seducción.

La sólida anatomía de la mantequilla al centro de la mesa empieza a contonearse, a desparramarse, por la calidez que emana de las conversaciones. Todos reunidos, como en un rito buscando que el dios del sol nos abra los brazos, buscando un poco de piedad.

Eso me tocó en otros hogares, o en el mío de la infancia, pero no aquí en donde hoy me toca vivir. La estufa es eléctrica y hay clima artificial, y la casa es tan grande que nos hace vivir varias vidas dentro de ella que a veces no se topan.

El frío de la infancia era otro frío, quizá más frío pero más cálido, lleno de un amor inagotable, hasta insoportable, pero pleno. Allá en la infancia, no había esa preocupación por la ecología y las hojas se quemaban en pilas inmensas en las que bien podría haber desaparecido.

Ese olor a hojas quemándose, como una droga invernal, que a mi escasa edad, ya me había consumido por completo. El frío me trae recuerdos, y me hace pensar en los perros, en los pobres animales de la calle, que si bien nosotros no pedimos nacer, menos ellos, mucho menos ellos.

El frío se presenta ante mí como una aparición, como esa historia de Charles Dickens donde los fantasmas del pasado, presente y futuro se le presentan al horrible y terrible señor Ebenezer Scrooge en una noche congelante.

Pero este fantasma, el fantasma blanco y helado que se aparece frente a mí, no es para espantarme, no, es sólo un montón de recuerdos, tan amontonados, que hasta parece van tomando forma, van compactándose hasta volverse en algo que puedo tocar.

Le doy la bienvenida al frío, al terrible frío, voy a procurar sentarme en la mesa de la cocina e imaginar la estufa eléctrica es de fuego, voy a procurar crear memorias nuevas, para otros fríos. Voy a procurar coincidir y que la mantequilla empiece a desparramarse por la cándida conversación sobre el rumbo del país o cualquier otra estupidez digna de debatirse.

Procuren eso ustedes también, yo no soy de consejos, pero creo éste no está tan mal. La temperatura bajará muchísimo, a mínimos históricos, y la sensación térmica será horrorosa. Pensemos en aquellos que ni estufa, ni mesa, ni mantequilla desparramándose, ni café, ni paredes buenas, ni techos sólidos, ni conversaciones por tanto tiritar, ni nada tienen, pensemos en los animales, y si hacemos algo, mejor todavía… En fin querido y no tan querido lector, ya nos helamos. [email protected]