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Lady Uglyna

Escrito en OPINIÓN el

“¿Está ahí tu novio?” -le preguntó desde el segundo piso el papá de Dulcibel a su hija, que se hallaba en la sala-. “No, papi -contestó ella respirando con agitación-, pero ya va llegando”… El novel actor le contó a su padre: “Voy a actuar en una obra de teatro”. Quiso saber el señor: “¿Qué papel te dieron?”. Respondió el muchacho: “El de un marido”. “Bueno -suspiró el señor-. Ojalá luego te den uno en que hables”… Un sujeto se le presentó a don Algón y de buenas a primeras le pidió que le otorgara el jugoso contrato de mantenimiento del edificio donde estaban sus oficinas. “Para eso -le indicó el ejecutivo- debe usted llenar muchos requisitos”. “Reúno solamente dos -declaró el tipo-. Sé lo de usted y su amiguita, y conozco el número de celular de su señora”… “¿Volveremos a tener sexo alguna vez?”. Esa pregunta le hizo con temor la joven esposa a su furioso marido. Sucedió que lo venció aplastantemente en una partida de tenis en el club ante la vista de un numeroso público que vio, divertido, el vencimiento del varón, y eso encalabrinó de tal manera al derrotado tipo que dejó de dirigirle la palabra a su mujer y se mostró con ella frío y distante. Por eso la muchacha le planteó tímidamente esa interrogación: “¿Volveremos a tener sexo alguna vez?”. “Es probable que sí -respondió el enojado cónyuge-. Pero no entre nosotros”… En la clase de catecismo la señorita Peripalda le preguntó a Pepito: “¿Dónde está Dios?”. El chiquillo nomás peló los ojos, como dicen, y no respondió nada. La catequista fue a decirle al padre Arsilio que Pepito no había contestado la pregunta. El sacerdote se dirigió al pequeño. “A ver -le preguntó de nuevo-. ¿Dónde está Dios?”. El niño escapó del salón a todo correr. Llegó a su casa llorando. Su mamá se asustó: “¿Qué te sucede?”. Respondió Pepito entre sus lágrimas: “Dios ha desaparecido, y todos creen que lo tengo yo”… Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, reprendió a su mucama: “Vi cómo el chofer te besaba en el porche”. “¡Oh no, señora!” -protestó la chica-. ¡Solamente me besó en los labios!”… El doctor Ken Hosanna iba a firmar una receta en el hospital, pero advirtió que lo que tenía en la mano era una termómetro rectal. “¡Santo Cielo! -exclamó consternado-. ¿Dónde estará mi pluma!”… Doña Jodoncia, lo sabemos bien, es una áspera señora, de carácter hosco, atrabiliario y ácido. Una vecina suya le preguntó en cierta ocasión: “¿Qué harías si te enteraras de que tu marido anda con otra mujer?”. Respondió con acritud doña Jodoncia: “Le compraría a la indeja unos lentes, para que lo viera bien”… La pequeña Tirilita le dijo a su mamá: “Ya no voy a jugar a la casita con Nonina”. “¿Por qué no?” -preguntó la señora-. Respondió con enojo Tirilita: “Porque ella se quiere quedar con todos los clientes”… Lady Uglyna, hay que decirlo, era muy fea. Manifestar tal cosa no es faltar a la caridad cristiana ni apartarse de las reglas de la buena educación: es simple y llanamente decir la verdad. ¿Por qué entonces casó con ella sir Galahad, hombre apuesto y de buena fortuna con las damas? Porque las tierras que heredaría su mujer colindaban con las suyas, y eran ricas en prados, bosques y labores de pan ganar. El caballero iba a ir a la Cruzada, e hizo poner a su esposa un cinturón de castidad, pese a que las probabilidades de que un varón se le acercara con propósitos lascivos eran bastante limitadas (de una en un millón, aproximadamente). Pero todo lo tenía calculado el avieso sir Galahad. Cuando volvió de la Cruzada le dijo a lady Uglyna: “¿Qué crees, vieja? ¡En el combate por Antioquía se me perdió la llave del cinturón!”… FIN.