OPINIÓN

De política y cosas peores

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Noche de bodas. El novio había pedido una botella de champaña. Después de apurar tres o cuatro copas cobró ánimos por fin y con voz solemne le dijo a su flamante desposada: “Gerinelda, debo hacerte una confesión. Antes de conocerte cometí el error de casarme tres veces”. “No te preocupes -respondió ella-. Antes de conocerte yo cometí tres errores sin casarme”... Quien esto escribe ignoraba lo que es una anfibología hasta que consultó el lexicón de la Academia y aprendió que la anfibología es un vicio del lenguaje que consiste en usar las palabras en manera que puede prestarse a varias interpretaciones. El herrero del pueblo instruyó a Babalucas, su ayudante: “Pondré en el yunque esta herradura al rojo vivo. Toma el martillo grande, y cuando yo mueva la cabeza golpéala”. Ahora Babalucas es el nuevo herrero del pueblo... Delante de sus papás Pepito le pidió a su hermana mayor: “Vamos a jugar a los encantados”. Respondió la muchacha: “Ya estoy muy grande para jugar a eso”. Pepito justificó su petición: “Es que oí a tu novio decir que anoche te dejó encantada”... “Apostaría, James, que tiene usted tratos de fornicio con mi esposa”. Eso le dijo lord Feebledick a su mayordomo. “Milord -respondió muy digno James-. Podré ser lo que usted quiera: bebedor, perezoso y hasta algo ladrón. Pero apostador no soy”... El señor en vías de comprar una casa le dijo al agente vendedor: “No me gusta la ubicación de la finca. A 100 metros al norte está una planta tratadora de aguas negras; a media cuadra al sur se halla una fábrica de ácido sulfhídrico; a 200 metros al oriente está el basurero de la ciudad, y a corta distancia hacia el poniente se encuentra una refinería de Pemex”. “Privilegiada situación es ésa -adujo el vendedor-. Siempre podrá saber usted desde qué rumbo cardinal está soplando el viento”... La Bella Durmiente despertó al sentir sobre su cuerpo el del Príncipe Azul. Cuando por fin dejó de sentirlo le dijo: “Con un beso habría bastado para despertarme”. “Sí -admitió el príncipe-. Pero no te quería modorra”... Doña Clorila declaró en la merienda de los jueves: “Mi marido es mesero”. Preguntó una de las asistentes: “¿Atiende mesas en algún restorán?”. “No -precisó ella-. Me hace el amor sólo una vez al mes”. (Consuélese, doña Clorila. Sé de otra señora que se quejaba de que su esposo practicaba el sexo anual)... En mis gozosas incursiones como director de orquesta sinfónica dirigí varias veces una chispeante obra de Johann Strauss, hijo: “Tritsch-Tratsch Polka”. El nombre equivale a nuestro bla bla bla, y alude al chismorreo. Al presentar esa traviesa música decía yo que el chisme en las mujeres es deporte, en tanto que en los hombres es asesinato. Tal afirmación era recibida con aplausos por el sector femenino del público. Recuerdo ahora eso a propósito de don Cotillo, desagradable tipo que gustaba de meter las narices en donde no debía, con lo que causaba toda suerte de conflictos entre sus amigos, parientes y conocidos. Cierto día le dijo con insano placer a uno de sus vecinos: “Vi a tu esposa besándose y acariciándose con otro hombre”. Le preguntó el vecino: “¿Es un tipo alto, moreno, de pelo rizado y bigotito?”. “Así es” -confirmó el chismoso-. Dijo el vecino: “Entonces no es otro hombre. Es el mismo”... La reprensión de la mujer fue áspera: “Está bien. Sigue esa vida de disipación que llevas. Sigue llegando a la casa a las 3 de la mañana; sigue emborrachándote todas las noches; sigue acostándote con el primer hombre que te lo pide. Pero eso sí: a nadie le digas que eres mi abuelita”... FIN.