COMPARTIENDO OPINIONES

¡Otra de Britney!

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No soy, y creo que nunca seré fan, de la música de Britney Spears, que me parece a mí un exitoso producto de mercadotecnia, que logró la venta de millones de discos y una legión de seguidores, que estaban al pendiente de ella, desde que formaba parte del elenco de un exitoso programa de Disney.

Sin embargo, desde hace varios años, su nombre es repetido una y otra vez, no por sus éxitos musicales sino por los escándalos que la han seguido y que son seguidos en las redes sociales, que parecen disfrutar de este tipo de eventos.

El escándalo actual es el de acusar a su padre de sacar un beneficio económico a costa de la fama de ella, proporcionándole más ganancias de las que merece, tratándola, más que como hija, como una mercancía a la que hay que sacar provecho, sintiéndose utilizada por su padre, mientras dure su fama, llegando a amenazar de que no aceptará dar ningún espectáculo, mientras éste sea quien dirija su carrera.

Obviamente sus seguidores han tomado partido a su favor o en contra, en intensos debates, dándole importancia a un tema que no merecería ni siquiera un segundo de nuestra atención.

Sin embargo, hechos como estos, nos muestran lo fácil que es interesarnos en superficialidades, en las que los escándalos de los artistas suelen acaparar nuestra atención y razonamientos… como si no hubiera otras cosas que pensar, como si necesitáramos este tipo de eventos para motivarnos, como si no tuviéramos vida o motivos suficientes en que pensar.

Sin embargo, hoy la realidad es distinta porque, más que sentir que los padres explotan a sus hijos, hoy nos encontramos con una realidad distinta: los padres se sienten explotados por sus hijos, como si la responsabilidad de los hijos fuera un asunto sin importancia, sintiendo que los hijos están más al pendiente de sus derechos que de sus obligaciones, donde consejos tan antiguos como “Observa hijo mío el mandato de tu padre, no rechaces la enseñanza de tu madre. Grábalos siempre en tu mente, cuélgalos alrededor de tu cuello” (Proverbios 6, 20-21), suelen parecer tan anticuados como un “walkman”, sobre todo cuando en las búsquedas de internet es mucho más fácil encontrar las obligaciones de los padres hacia los hijos que de los hijos hacia los padres.

Es cierto que todos conocemos ejemplos de conductas autoritarias y que el Estado, para evitarlo, ha prohibido castigos corporales físicos y degradantes, hasta el punto de que son muchos los padres que ya no saben que es lo permitido y que es lo prohibido. Si bien es cierto que el autoritarismo es un mal que ya no se debe repetir, la autoridad de los padres sigue siendo tan necesaria como la alimentación, ya que la falta de ella, ha sido origen de muchos males.

No se trata pues, de repetir los errores del pasado, sino adaptar sus aciertos, ya que, sin disciplina, como lo ha enseñado la historia y las carreras exitosas, son las que hacen la diferencia de las personas. La tecnología por un lado y la cultura por otro, nos han facilitado la vida. Desafortunadamente, para muchos ha sido la perfecta excusa para instalarse en la mediocridad y de un discurso irresponsable que apela a los derechos. La libertad sirve para hacernos responsables y para hacer salir lo mejor de nosotros mismos. No se necesitan padres blandengues, ni una generación de “copitos de nieve” a quienes disgusta cualquier cosa, y que son incapaces de un compromiso.

Quizás haya muchos que consideren estas ideas anticuadas. Pero los resultados de quienes consideran los deberes como una carga, no son precisamente los que necesita una sociedad para sobrevivir. Pero en ello, como siempre, usted tiene la última palabra.

padreleonardo.hotmail.com