La niñita le preguntó a su papá: “Papi: ¿sabes cómo se forman los niños?”. Ante esa cuestión inesperada el señor tragó saliva. Dijo a la pequeña: “Pregúntale a tu mamá”. Va la chiquilla con su madre y le repite la pregunta: “Mami: ¿sabes cómo se forman los niños?”. También la señora se azaró, pero pensó que quizás ya había llegado el tiempo de explicarle a la niña ciertas cosas. Juntos los dos, entonces, procedieron a darle a su hijita una completa explicación acerca de la reproducción humana. Terminada la profusa lección dice la niña: “No tienen ustedes la menor idea de cómo se forman los niños. En la escuela se forman por estatura, del más chiquito al más grande”... Un individuo bebía su copa en la barra, silencioso y solitario. El cantinero, compasivo, le preguntó: “¿Qué le sucede, amigo? ¿Por qué se ve tan triste?”. Respondió el sujeto: “Tuve una discusión muy fuerte con mi señora, y me dijo que no me admitiría en su cama durante todo un mes”. “¡Caramba! -se condolió el de la cantina-. Con razón está usted tan apesadumbrado”. “Sí -suspiró con aflicción el tipo-. Hoy se cumple el mes”..... Un tipo iba por la calle y tropezó con un sujeto de estatura procerosa, potentes músculos y puños como mazos de herrador. El hombrón se molestó. Le dijo al que lo había empujado: “Es usted un imbécil”. Preguntó el otro, retador: “¿Me lo dice en serio o en broma?”. Replicó el gigante: “Se lo digo completamente en serio”. “Entonces no hay problema -declaró el tipo empezando a retirarse-. Porque bromas sí que no aguanto”... Doña Jodoncia le dijo a don Martiriano, su marido: “Voy a platicar un minutito con la vecina del 14. Cada media hora échales un ojo a los frijoles”... El joven marinero buscó en su oficina al médico del barco. “Doctor -le dijo-. Si me acuesto boca arriba me molesta el estómago. Si me acuesto sobre el costado derecho me molesta el hígado. Si me acuesto sobre el costado izquierdo me molesta el riñón”. Inquirió el facultativo: “¿Y si se acuesta bocabajo?”. Respondió el marino: “Entonces me molestan mis compañeros”... Un merolico vendía un tónico que según él podía prolongar indefinidamente la vida de quien lo tomara. “Aquí donde me ven -dice al corro de boquiabiertos lugareños que lo oían-, tengo 200 años de edad”. Un receloso campesino le pregunta al ayudante del charlatán: “¿Es cierto eso?”. Contesta el tipo: “Realmente no lo sé, señor. Yo apenas tengo 120 años de trabajar para él”... (Y a todo esto ¿de dónde viene ese curioso mexicanismo, ‘merolico’, usado para designar a un vendedor callejero verboso siempre y engañador a veces? El vocablo derivó del nombre de un individuo que se hacía llamar doctor Meraulyock, europeo, que llegó a México en tiempos de Maximiliano. Entró al país por Veracruz, y ofrecía un tónico que llamaba “de San Jacobo”, al cual atribuía virtudes portentosas, pues curaba todas las enfermedades. En ese puerto, en Puebla y en la Ciudad de México vendió miles de frascos de su potingue, y luego desapareció -como se dice en las novelas- tan misteriosamente como había llegado. La gente recogió su nombre para designar con él no sólo al parlero mercachifle callejero de quien se debe recelar, sino también a todo individuo que habla mucho sin poner en sus palabras sustancia de verdad)... Don Poseidón, labriego acomodado, tenía una hija. No era bonita la muchacha, ni estaba ya en la primavera de su edad, pero le salió un novio dispuesto a desposarla. Respicia -así se llamaba la anhelosa novia- le sugirió al galán que hablara con su padre, y él acudió una noche ante don Poseidón. Pregunta el genitor: “¿En qué trabaja usted?”. “No tengo empleo” -responde el visitante. “¿Cuenta con medios económicos?” -inquiere don Poseidón. “Con ninguno” -replica el novio. Pregunta de nueva cuenta el padre: “Y entonces ¿cómo va usted a mantener a mi hija”. El joven suspira y dice: “Dios proveerá”. “Muy bien -determina don Poseidón-. Puede usted casarse con mi hija cuando quiera”. La esposa del rico propietario escuchó aquello y casi se fue de espaldas. Llama aparte a su marido y le dice escandalizada: “¿Cómo permites que ese tal se case con nuestra hija? Es un flojo, un irresponsable, un bueno para nada”. “Será lo que tú quieras -contesta don Poseidón-. Pero es el primero en la familia que se refiere a mí llamándome ‘Dios’”... FIN.
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