POLÍTICA Y COSAS PEORES

El chimuelo

Escrito en OPINIÓN el

La palabra “chimuelo” es mexicana. Sirve para designar al desdentado, a aquél a quien se le ha caído un diente, o varios. Entre los campesinos he oído aplicar ese vocablo al hombre al que le falta un güevo, dicho sea en modo campirano. El término castizo para nombrarlo es ciclán. Pues bien: este señor cuyo nombre no diré era chimuelo (de arriba). T

odos los dientes se le habían caído. Su esposa lo exhortaba de continuo a ir con un odontólogo a fin de que le pusiera unas placas, pues por la falta de dientes producía al hablar un sonido sibilante muy molesto. Él, sin embargo, no hacía caso de tan prudente admonición y seguía así, chimuelo.

Eso tenía otras desventajas. Por ejemplo, el tipo no podía comer chicharrones de marrano, que le gustaban mucho, ni frutas como la manzana, que le agradaban no poco. (Es una pena que Eva no haya sido chimuela). Tales inconvenientes, y otros más, hicieron que por fin el desdentado se decidiera a afrontar el problema, y un buen día, sin decirle nada a su mujer, acudió a una clínica dental y se hizo poner las tales placas.

Le vinieron algo grandes -quedó como si se anduviera riendo siempre-, pero los artilugios cumplieron su función: ya no se vio sin dientes. Aquella noche llegó a su casa deliberadamente tarde, esperando que su esposa estuviera ya dormida. En la oscuridad de la alcoba se metió en la cama, y acercándose al oído de la señora hizo chasquear su dentadura a la manera de unas castañuelas. (“Crótalo, crótalo, crótalo, escarabajo sonoro”, dijo García Lorca de las castañuelas en deslumbrante imagen parecida a un haikai. Dicho sea de paso, nadie ha hecho sonar los palillos como la mexicana Sonia Amelio, la mejor crotalista de aquende y allende el mar).

Medio se despertó la esposa al escuchar aquel rítmico chasquido por peteneras, y todavía adormilada dijo: “Está bien, compadre. Nomás que sea rapidito, porque no tarda en llegar el chimuelo”... El funcionario le tomó el juramento de rigor a la ancianita que obtenía por fin la nacionalidad americana. Le pregunta: “¿Jura usted defender la Constitución de los Estados Unidos contra todos sus enemigos de dentro y fuera?”. Responde la viejecita sobresaltada: “¿Yo sola?”... Alguien hacía el encomio de las cualidades de un señor. Decía: “Es perfecto.

Parece el primer marido de una viuda vuelta a casar”... El director de la escuela le encargó a Babalucas que dirigiera el equipo de basquetbol del plantel. Al comenzar el primer juego el árbitro marcó un foul y señaló: “Falta personal”. De inmediato ordena Babalucas: “Traigan más jugadores”... Don Martiriano le contó a su mujer, doña Jodoncia: “Anoche contemplé el cielo lleno de estrellas y me dije: ¡Qué poca cosa soy!”.

Le indica con agrio tono la mujer: “Lo mismo eres cuando está nublado”... Un golfista y su mujer murieron el mismo día, y llegaron a las puertas del Cielo. San Pedro los invitó a pasar, y dijo al hombre: “Sé que te gusta mucho el golf. Aquí podrás jugarlo”. Lo condujo al campo de golf del Cielo. Era maravilloso; el mejor que el golfista había conocido.

De inmediato se puso a jugar. Jugó como nunca: los primeros cuatro hoyos hizo par; los siguientes cuatro fueron hoyo en uno. Y sin embargo iba mascullando maldiciones. “¿Por qué maldices tanto? -le pregunta su mujer-. Jamás habías jugado así”.

“Por eso -contesta el golfista, rencoroso-. Habría llegado aquí 10 años antes si no me hubieras obligado a llevar aquella dieta baja en colesterol”... Las señoras cambiaban impresiones acerca del tiempo que empleaban en el amor con sus esposos.

Las estadísticas variaban entre cinco y 20 minutos por vez. Dice una: “Yo dedico tres horas a hacer el amor con mi marido”. “¿Tres horas? -se asombran todas-. ¿Por qué tanto?”. Explica ella: “Es que le hago el amor estilo médico de seguridad social”. “¿Cómo es eso?” -preguntan las demás. Explica la señora: “Lo tengo esperando dos horas 58 minutos, y luego lo atiendo en dos minutos”... FIN.