PASADIZO SECRETO

A la vuelta de algún recuerdo

Escrito en OPINIÓN el

El ambiente de las colonias o los barrios en otros tiempos estaba lleno de cordialidades. como de pasatiempos, el acercamiento entre la gente era demasiado intenso, en consecuencia, el convivio entre vecinos era de igual modo extenso, por estos bonitos detalles seguro que nadie estará en desacuerdo, que por esos lazos de amistades se estaba siempre a la vuelta de algún recuerdo.
Era común entonces y entre los colonos de esos nacientes lugares, que ante la llegada de un nuevo inquilino de inmediato lo abordares, solo para preguntarle por dónde vive y a qué se dedica, así ubicarlo por medio de ese oficio que claramente lo identifica.
Por eso mismo y en muchas de las variadas ocasiones, los niños y las niñas de esas otras épocas disfrutaban de grandes emociones, pues al ser enviados por sus madres a realizar algún “mandado”, las instrucciones eran más que entendibles de ese trayecto obligado.
Para acudir a algún sitio el camino no era muy lejano, pero sí algo desolado, por lo mismo se brincaba la calle continuamente de lado a lado, al ser los perros esos principales actores ante el paso de desconocidos, los que ladraban intensamente y luego daban fuertes aullidos.
Después de volver la calma se recordaba una a una de la madre sus indicaciones, el tomar la avenida grande, pero con muchas precauciones, que justo al llegar a la tienda de “Don Simón” al que siempre le pedimos fiado, el cruzar la esquina sin hacerle caso al silbido del “catrín” el del calzado abrillantado.
Recordar aquella juvenil dama, que al pasar por el “billar” de la viuda “Doña Juana”, el llegar con la “tía Hortensia” en caso de que su hermanito tenga algo de sed o hambre, y aprovechar para llevarle ese canasto que dejó lleno de estambre.
No olvidar la indicación de que al mirar el taller del mecánico al que le dicen el “Tuercas”, ya pasando al “soldador” don Pedro ya casi estarás cerca, que justo frente a esa diminuta privada en donde vive el “músico” Librado, mirarás un anuncio grande del sastre, por lo que ya habrás llegado.
Entonces esa jovencita y su hermanito, al arribar con don Miguel, el de la “sastrería Linares”, confirmaban que ese “santo y seña” dado por la madre fue más que entendible para llegar por esos lugares; aunque ya lo conocía y al solicitar el desdoblez en la falda escolar cuatro dedos debajo de las rodillas, era una indicación que de pena hacía sonrojar a esa juvenil sus mejillas.
Nuevo Laredo ha crecido a pasos agigantados, sin embargo, sus tradiciones y costumbres siguen entre sus habitantes muy arraigados, por lo mismo el solicitar informes de alguien que acude de otra colonia o viene de viaje, siempre antepondrá a ese “santo y seña” y como referencia algún establecimiento o popular personaje.