DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Tiro de práctica

Escrito en OPINIÓN el

Capronio, lo sabemos, es un sujeto ruin y desconsiderado. En el campo de golf hizo un tiro, y la pelota golpeó en la nuca a su suegra, que cayó al suelo privada de sentido. Acudió prontamente el médico del club, y tras un breve examen dictaminó que pronto la señora volvería en no. (Ya la conocía). “Lamentable accidente -le dijo a Capronio-. Pero no pude menos que notar que su suegra tiene otra pelota incrustada entre sus dos hemisferios posteriores”. Manifestó el vil individuo: “Fue mi tiro de práctica”... “Está bien, pero lo haremos en la más absoluta oscuridad, de pie sobre una hamaca y sin usar las manos”. Eso le dijo Susiflor a Pitorrango, que le había pedido realizar con él la consabida unión carnal. El lascivo galán se sorprendió. “¿Por qué quieres que lo hagamos en forma tan difícil?”. Explicó Susiflor: “Para que no vayas a pensar que soy una mujer fácil”... Agotada, desfallecida, exhausta, la recién casada le dijo a su insaciable maridito al terminar el primer día de la luna de miel: “¡Te amo, Enrique!”. “No me llamo Enrique” -se amoscó él. “Perdóname, Libidio -se disculpó la chica-. Estaba pensando en el rey Enrique porque ya vas en el octavo”… Tetina Grandchichier anhelaba ser concertista de guitarra, pero tenía el busto tan exuberante que aun con los brazos extendidos no alcanzaba a tañer el instrumento. Acudió a un joven cirujano plástico y le pidió que le redujera el busto. El novel médico, después de contemplar extasiado la ubérrima pechera de Tetina, le hizo una sugerencia. “Señorita Grandchichier: ¿no le gustaría que mejor le alargáramos los brazos?”… El auditor que visitaba el banco le pidió a la curvilínea secretaria del gerente: “Deme por favor la llave que le di a guardar ayer”. La muchacha se sacó la llave del sitio más sorprendente. “¿Qué significa esto? -se asombró el auditor- ¿Por qué trae la llave ahí?”. “Señor -explicó la muchacha-, usted me dijo que la guardara en un lugar al que nada más tuviera acceso el gerente del banco”… El niñito le preguntó a su mami: “¿Qué le regalaría mi papá a la muchacha? ¿Una bici, una moto o un caballo?”. La señora, extrañada, preguntó a su vez: “¿Por qué piensas que le regaló alguna de esas cosas?”. Explicó la inocente criatura: “Porque anoche que saliste mi papi fue a su cuarto, y poco después oí que le dijo: ‘Ahora súbete tú, mamacita”’... Dulcibella, lánguida joven semejante a la protagonista de “María”, la romántica novela del colombiano Jorge Isaacs, casó con Libidio, hombre salaz, concupiscente y lúbrico. Ya acostados los dos en el tálamo nupcial la tímida desposada le pidió, ruborosa, a su flamante marido: “Te ruego que seas tierno y delicado al consumar nuestro matrimonio, Libi. Recuerda que soy débil de corazón”. “No te preocupes -la tranquilizó el lujurioso galán-. Las partes en donde voy a andar se encuentran bastante lejos de esa víscera”. (Nota. Poco romántico el cabrón, si me es permitido el incivil vocablo)... Don Valettu di Nario, señor de edad madura, se jactaba de su buena condición física. “Tengo 80 años -presumía- y no he dejado de perseguir mujeres”. Alguien le preguntó con intención traviesa: “¿Y las alcanza, don Valettu?”. “Algunas veces -replicó el añoso caballero-. Pero luego ya no recuerdo para qué las perseguía”... En la plaza del pueblo un invidente imploraba la caridad pública. Pedía con lamentosa voz: “Una limosna para este infeliz privado del más grande placer que gozan los humanos”. Lo oyó la señorita Himenia y le dijo a su amiga Celiberia: “¡Pobre hombre! ¿Por qué lo castrarían?”... FIN.