Como a la ocasión la pintan calva, la dirigencia estatal del PAN anunció con bombo y platillo, que pedirá una investigación judicial para que se establezca la legalidad de la posesión de Eduardo Gattas, de una residencia en la playa de Ciudad Madero.
El Grupo Reforma publicó en sus periódicos, que el presidente municipal de Ciudad Victoria, es propietario de un inmueble cuyo valor no podría haber cubierto con los recursos legales que posee, según las cuentas de la empresa editora.
El Cachorro, como se le conoce al dirigente del partido del gobierno, presume un acto de corrupción y por eso anda apurado en conseguir que autoridades competentes metan las narices en los libros contables personales, del edil victorense.
Alejandra Cárdenas Castillejos, diputada local victorense, del PRI, también lleva agua a su molino, al intervenir en el affaire con la recomendación dirigida a Gattas, de que aclare voluntariamente el caso, a la brevedad posible.
El Norte y el resto de los periódicos del Grupo Reforma, en Saltillo, Guadalajara y la Ciudad de México, revelaron en fecha reciente, que Lalo Gattas es dueño de una casa de ensueño en la playa Miramar, que no tiene ni Obama, como diría el clásico.
Este escándalo es de la dimensión del que provocó la publicación del lujoso departamento de Cabeza de Vaca en el fraccionamiento Bosques de Santa Fe, en la ciudad de México.
El Cachorro tiene instrucciones de su jefe de echarle leña a Gattas, tanto para distraer la atención sobre los propios escándalos del PAN y sus jerarcas, como para manchar su imagen.
Paralelamente, el periodista Salvador García Soto atiza el fuego sobre los políticos tamaulipecos, con la revelación de sus relaciones secretas con el extinto empresario de Reynosa Sergio Carmona Angulo.
En su columna de ayer y su continuación en la de hoy, Salvador descobija el vínculo del fronterizo asesinado en Nuevo León con “servidores públicos” tamaulipecos, pues tenía contratos firmados hasta con el gobernador Cabeza de Vaca.
No es que fuera un mecenas de fortuna inacabable, sino que era un negociador astuto que compraba a futuro, concesiones, contratos ventajosos, prebendas oficiales, privilegios que hacían multiplicar sus bienes.
A propósito de negocios sucios, Cabeza de Vaca asestó otro manotazo a la autonomía municipal, al ordenar una batida contra los jefes y agentes de las delegaciones de tránsito de Ciudad Victoria y Nuevo Laredo, particularmente.
A través de un operativo armado por diferentes dependencias estatales, se hizo una exhaustiva revisión en el manejo de las delegaciones, según se dijo, por presumirse que servían de tapaderas a grupos criminales.
Sin miramientos ni excepciones, los emisarios de Cabeza de Vaca calificaron a los empleados de las delegaciones de tránsito, de servir como halcones o de permitir francamente, que los delincuentes los hayan infiltrado.
No hubo una investigación previa ni aprehensiones ni expedientes abiertos, simplemente se aventaron como El Borras para ver qué agarraban. Fue un escopetazo al cielo.
Enrique Rivas Cuéllar nunca fue molestado por Cabeza de Vaca durante los años que tuvo a su cargo la administración pública municipal fronteriza, ni siquiera cuando se descubrió que usaba patrullas clonadas de la Marina.
Por el rumbo del Congreso local, la bancada de Morena abandonó ayer la sesión plenaria tal como lo hicieron la semana anterior los diputados del PAN, para estorbar la aprobación de acuerdos que no les convienen.
La manzana de la discordia seguía siendo Imelda Sanmiguel Sánchez, del PAN, pues su conducción de la mesa directiva llevó a ese callejón sin salida. Los morenos quieren reformar la ley del manejo interno del Congreso, para facilitar la destitución del presidente del mes.
En temas políticos, los dos principales precandidatos a Gobernador no consiguen entusiasmar al respetable. Américo y Truco asisten a eventos preparados por sus partidos, con acarreados, porras, pitos y flautas, pero la gente sigue entumida.
“Échenle la culpa al frío”, sugirió uno de los organizadores.
Otros atribuyen el escaso frenesí de la concurrencia, a que la veda impide que los oradores hagan ofertas políticas concretas pues están en la etapa de la precampaña.
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