COMPARTIENDO OPINIONES

Al maestro con cariño

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El maestro puede contribuir a formar personas más inclinadas hacia la justicia, la curiosidad y la laboriosidad, pero hay muchas otras claves que están en la sociedad: económicas, laborales, etc. El maestro intenta preparar las personas para que sean un poco mejores que el promedio de la sociedad a la que van destinadas; ahí es donde se da, en cada caso a su modo, la interacción entre lo social y lo personal.
Una cosa es que la enseñanza sea muy importante y otra suponer que es omnipotente. Lo primero que tendría que haber es una relación fluida de comunicación entre la administración, la sociedad y los maestros para que no vaya la sociedad por un lado y los maestros por otro. El maestro no es el inventor de la educación, sino un educador de la gente que la ejercita, de acuerdo con la orientación que la sociedad decida darle en cada momento. No se educa en abstracto, se educa para intentar mejorar la sociedad y crear personas capaces de vivir en ella. Los objetivos de la educación deben ser una preocupación pública, que esté en los ministerios y en sectores influyentes. El maestro debe ser el agente que pone en práctica lo que los demás han propuesto o teorizado y, de alguna forma, su responsabilidad es entrar en contacto, comprender, aceptar y colaborar en el perfil de ese contenido que se trata de transmitir.
El maestro no es un hipnotizador, sino alguien que hace el esfuerzo por facilitar el aprendizaje; pero quienes aprenden son los alumnos.
Hay quienes miran con desconfianza y horror las computadoras y el internet; lo ven como una obra del demonio que los va a desplazar; es un planteamiento completamente erróneo. Y lo otro es la mitificación de los medios que dice: “Vamos a mejorar la educación, vamos a poner una computadora a cada niño en cada lugar”. Es estupendo que el niño tenga una computadora, una buena pluma e instrumentos adecuados. Los maestros tienen que saber que la computadora forma parte del paisaje y que se deben mover en ese paisaje. Pero, además está la educación y, sobre todo, los valores, la idea de que sólo aprendemos a vivir del contacto con nuestros semejantes; no sólo de la perfección de un programa de computadora, sino de la imperfección de un ser humano. Por eso el maestro es insustituible pues sólo las personas pueden enseñar a vivir a las personas. Ahora, efectivamente hoy tiene unos apoyos mediáticos que pueden en ocasiones aliviar su tarea y ayudarle a explicar, a mantener la atención de los alumnos. Pero también es conveniente siempre decirles a los estudiantes que aprender es una responsabilidad suya.
El aula educa y enseña tanto como el profesor. El hecho de que el niño, el adolescente, salga por primera vez de su mundo familiar afectivo, y se encuentre con el mundo de lo público, en el que se exigen el respeto y la convivencia dentro de un aula con otros que no son sus parientes y que han llegado por el azar de la organización de la enseñanza, es algo pedagógicamente insustituible. Si el niño se queda en su casa y desde allí le llegan las noticias, eso no es una enseñanza educativa en el sentido pleno del término.
El maestro no es un tirano, sino una autoridad. El tirano quiere conservar a todo el mundo convertido en niño, mientras que la autoridad ayuda a crecer e implica un acompañamiento. El niño está en un mundo que ya tiene unas exigencias; de alguna manera el mundo no se ha inventado para complacerlo, sino que tiene que conocerlo y comprenderlo para entrar en él. Los compañeros dan un sentido de pluralidad generacional y el maestro representa las generaciones anteriores. Es decir, de alguna manera, se encarga de representar la realidad por la vía del conocimiento.
La tarea del maestro es la verdadera preocupación por el otro, que es el más alto nivel de moralidad. El hombre moral es el que se da a la persona. La educación es uno de los símbolos de la preocupación por los demás. Es importante que el maestro tenga vocación y gusto por lo que hace, como también lo es el que sea tratado de acuerdo con el esfuerzo y la dificultad de su tarea. Si comprendemos el término maestro en un sentido más amplio, como el de la persona que enseña a otros, entonces en nuestras sociedades democráticas todos somos maestros, unos de otros, para ayudarnos a comprender y a vivir en lo real. Y no es lo mismo ejercer esa función desde la paternidad, desde un papel público, o desde la persona que académicamente tiene que afrontar una clase.
Estas ideas, tomadas de una entrevista con el pedagogo Fernando Savater, son apenas unas pinceladas de la importancia del maestro en la sociedad. Tristemente, cuando se llega a hablar de los maestros, podemos enfocarnos en la “grilla” de algunos de ellos. Pero, no podemos olvidar a los maestros que han ido más allá de sus obligaciones. Nuestro reconocimiento a ellos.
padreleonardo@hotmail.com