DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Los hijos de Fecundina

Escrito en OPINIÓN el

Fecundina, mujer del campo, tenía ya ocho hijos. Su padre, preocupado, le preguntó por qué tenía tantos. Respondió la prolífica señora: “Es que mi marido me gusta mucho, ‘apá”. Opuso el padre: “Hija: a mí también me gustan mucho mis nietos, pero de vez en cuando me los quito de encima”... El especialista en desastres ferroviarios hizo una observación: “Cuando un tren de pasajeros descarrila, el vagón en que hay más víctimas es el primero”. Preguntó Babalucas: “¿Y entonces pa’ qué chingaos lo ponen?”... Don Usurino Matatías era el hombre más avaro de la comarca. Así, las monjitas del Convento de la Reverberación casi se fueron de espaldas cuando le pidieron un donativo para los niños huérfanos y Matatías le ordenó a su secretaria: “Señorita; hágales a las reverendas madres un cheque al portador por 10 mil pesos”. Seguidamente lo entregó a las visitantes: “Aquí tienen”. Vio el cheque sor Bette, la superiora, y le dijo a Matatías: “Perdone, don Usurino: el cheque no está firmado”. “Así lléveselo, madre -replicó el avaro-. Quiero que el donativo sea anónimo”... La recién casada se quejó amargamente con su aún flamante esposo: “Cuando éramos novios me dijiste que me ibas a llevar a vivir en una casa estilo barroco, y resulta que me trajiste a una casucha estilo barraca”... Tres guapas chicas iban por el campo. Les pesó tanto el calor que decidieron darse un chapuzón en un riachuelo de frescas y cristalinas aguas que cruzaba el valle. Acertaron a pasar por ahí un viejecito y su pequeño nieto, y no pudieron menos que ver en estado natural a las hermosas jóvenes. Se alejaron prontamente tras de verlas. En eso al maduro caballero le vino en gana desahogar una necesidad menor. Le hizo notar su nieto: “Abuelo: te estás mojando los zapatos”. “¡Caramba! -se admiró el anciano-. Yo creo que me excitó la vista de esas jóvenes, porque lo que me mojo siempre es la bragueta”... Una noche de bodas me viene a la memoria: la de Purito, muchacho honesto y casto, con Ladinia, joven mujer que sabía del mundo y de la vida más de lo que supo Einstein acerca de la relatividad. La noche nupcial él le dijo, solemne y ceremonioso, a su sabidora novia: “Amor mío: en esta ocasión en que nuestra unión de almas se vuelve unión de cuerpos, tengo un regalo invaluable para ti; algo que guardé celosamente, como perla de gran precio, para entregarlo a la mujer a quien daría el dulcísimo título de esposa: el don de mi virginidad”. “Te lo agradezco mucho, Puri -contestó Ladinia-. Al regreso de nuestra luna de miel yo te compraré una corbata”... Dice la recién casada a su flamante esposo. “-De ahora en adelante, Belarmino, tu mamá será mi mamá, y mi mamá será tu mamá”. “-¡Caramba! -se entusiasma el muchacho-. ¡Estoy seguro de que a mi papá le va a gustar el cambio!”… Pregunta el maestro de Ciencias Sociales: “-A ver, Pepito: ¿Qué es Derecho?”. Sin vacilar responde el precoz niño: “-Derecho es sin coca, sin agua y sin hielo”… El papá de Pepito veía en la tele el partido de futbol. Pepito ojeaba el periódico. “-Mira, papi -exclama el chiquillo en el momento más emocionante del juego-. Aquí dice que viene una onda fría”. Distraído, el señor le contesta sin quitar la vista de la pantalla: “-Honda... Fría... Ha de ser tu mamá, hijito”… Doña Genesia era madre ya de 14 hijos. La visitó una trabajadora social para hacerle ver la necesidad de frenar aquella prolífica munificencia. “-Piense, señora -le dice-. Todos debemos evitar la explosión demográfica”. “-Ay, señorita -suspira doña Genesia-. ¿Cómo puedo evitar la explosión demográfica si a mi marido Pitorro todas las noches se le enciende la mecha?”…  FIN.
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