El cuento que descorre hoy el telón de esta columna es en extremo sicalíptico. Las personas que no gusten de leer cuentos en extremo sicalípticos pueden pedirle a alguien que se los lea... Don Feblicio y doña Gelia, esposos, reñían constantemente. En cierta ocasión su pelea alcanzó proporciones homéricas. Él le dijo a ella: “Cuando mueras voy a poner en tu lápida estas palabras: ‘Aquí yace Gelia, mi mujer, fría como siempre’. Replicó la señora: ‘Y si tú mueres antes, yo pondré esta inscripción sobre tu tumba: “Aquí yace Feblicio, mi esposo, tieso como nunca”... Un buen amigo mío tiene en Estados Unidos una hija. Fue ella a visitar a su esposo, oficial del ejército americano, asignado a una base militar en Alemania. Al tomar el vuelo hacia Berlín, el empleado de la línea aérea le hizo una pregunta de rutina: “¿Trae usted consigo algo que alguien le pidió llevar?”. Respondió ella: “La mamá de mi esposo me dio un paquete para que se lo entregue en Alemania a su hijo”. Hizo una pausa el empleado y luego le preguntó: “¿Está usted en buenos términos con su suegra?”... Este playboy conoció en un antro a la chica más hermosa que jamás había visto. Le dijo: “Mi padre está muy enfermo. Seguramente en dos o tres semanas se irá de este mundo. Es viudo, y soy su único hijo. Heredaré una fortuna de 100 millones de dólares”. Impresionada por ese dato, la muchacha aceptó ir con él a su casa. Ahora la chica más hermosa que el playboy jamás había visto es su madrastra... Taisia les contó a sus amigas: “Mi marido me llamó ‘pervertida’”. “¡Qué barbaridad! -se consternó una de ellas-. Y tú, ¿qué hiciste?”. Respondió Taisia: “Me salí de la cama con mis cuatro amigos, nos vestimos y me fui con ellos, indignada”... Don Poseidón, granjero acomodado, le dijo con enojo al pretendiente de su hija, que le pedía la mano de la muchacha: “Usted se quiere casar con Glafira porque tiene dinero”. “Todo lo contrario, señor -opuso el galancete-. Me quiero casar con ella porque yo no lo tengo”... ¿Cuántas veces los recién casados llevaron a cabo el acto del amor en su noche de bodas? A riesgo de pecar de indiscreción voy a decirlo: tres veces. El dato es fehaciente: lo propalaron los mismos desposados; entre sus amigas ella; con sus amigos él. Agotados los deleites de himeneo ambos quedaron poseídos por el dulce sopor que sigue a la pasión cumplida, y se durmieron en el estado mismo en que se hallaban. Al día siguiente despertó ella, y lo primero que vio fue la entrepierna de su maridito. Al verla se echó a llorar desconsoladamente. Gimió llena de aflicción: “¡Anoche nos la acabamos toda!”. (Nota: La entrepierna)... La noche de Halloween doña Uglicia se puso una nariz de bruja horripilante, color verde y morado, con un piloso lobanillo en la punta y señales de secreciones purulentas. Llegó a su puerta a pedirle dulces una niñita que llevaba también una nariz de bruja. Le dijo doña Uglicia, alegre: “¡Mira! ¡Nuestras narices se parecen!”. “Sí -replicó muy seria la pequeña-. Pero la que yo traigo no es mía”... Babalucas se asomó a la ventana. Su esposa le preguntó: “¿Cómo está el tiempo?”. “No lo sé -respondió el badulaque-. La neblina y la lluvia no me dejan ver nada”... Don Wormilio es un señor tímido, corto. En el bar un cierto amigo suyo comentó: “A mí me gustan las mujeres con muchas pompas”. Declaró, humilde, don Wormilio: “Yo me conformo con que tengan dos”… “¡Qué hombre tan feo ese que está allá! -exclamó una invitada a la fiesta de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad-. ¡Ni aunque me pagara, me acostaría con él!”. Le informó con tono ácido la anfitriona: “Es mi esposo”. “Ah, caray -se turbó la invitada-. Entonces sí me acostaría. Y gratis, ¿eh? Gratis”... FIN.
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Un cuento en extremo sicalíptico
Escrito en OPINIÓN el