DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

“Quiero ver el mueble sexual”

Escrito en OPINIÓN el

“Quiero ver el mueble sexual que anuncian hoy en el periódico”. Eso le pidió la señorita Himenia, célibe madura, al encargado de la mueblería. “Seccional” -la corrigió el empleado... Un caníbal le dijo a otro: “Con gusto te invitaría a comer en mi casa, pero no está mi mujer”. “No importa -replicó el otro caníbal-. Comeremos cualquier otra cosa”... El marido le preguntó a su esposa: “Si pasara yo a mejor vida ¿te casarías otra vez?”. “Pienso que sí -respondió ella con sinceridad-. La Biblia dice que no es bueno que el hombre esté solo. Eso mismo es aplicable a la mujer”. Inquirió el señor: “¿Y dejarías a tu nuevo esposo usar mis trajes?”. “Si le quedaran, sí -repitió con igual franqueza la señora-. Son de muy buena calidad y casi no los has usado. Sería una lástima que se desperdiciaran”. El marido era pelotero aficionado. Temeroso le preguntó a su cónyuge: “¿Y le darías mi guante de beisbol?”. “Eso no -replicó ella-. Él es zurdo”... Una gallinita le comentó a otra en el corral: “¡Qué viento tan fuerte el que hizo ayer! ¡El huevo se me devolvió tres veces!”... “... El audaz explorador extravió el rumbo en el desierto. El agua se le acabó; moría de sed. Bajo el candente sol se arrastraba por la arena diciendo una y otra vez: “¡Perrier! ¡Perrier!”. Y es que era explorador fifí, por eso no decía simplemente: “¡Agua! ¡Agua!”. En eso se apareció un beduino que le ofreció: “Vendo corbatas”. “¡No quiero corbatas! -gimió el explorador-. ¡Quiero agua!”. Replico el beduino: “Tengo agua en mi carpa. Pero no se puede entrar sin corbata”... En una fiesta el científico sostenía la tesis de que la ciencia es factor indispensable para el desarrollo del comercio. Un comerciante ahí presente le dice: “-Yo vendo ropa para dama, señor, y no veo en qué me ayuda la ciencia”. “-¡Claro que lo ayuda! -confirma enfáticamente el científico-. A ver: ¿vendería usted brasieres si no fuera por la ley de la gravedad?”… Don Saturno, señor terrateniente, estaba en una cafetería de la ciudad. Quiso ir al baño y se encontró con que la puerta estaba cerrada. “-Tenga la llave, señor” -acude presurosamente un mesero-. “-¿Llave? -se asombra don Saturno-. Mire, joven: en el rancho tenemos una casetita afuera para estos menesteres. Está desde tiempos de mi abuelo, y puedo asegurarle que, aunque la puerta no tiene llave, en todos estos años nadie se ha robado ni tantitito así de lo que ahí dejamos”… Don Cornulio llegó a su casa cuando no se le esperaba, y encontró a su mujer en brazos de su mejor amigo. “-Fornicio -le reclama con dolorida voz-. Yo tengo que hacerlo por obligación, ¿pero tú?”… En el curso de la conversación alguien pronunció la conocida frase: “-No hay nadie perfecto”. “-Yo sé de un hombre perfecto -declara uno de los circunstantes-. Se llamaba Carmelino Patané”. “-¿Quién es?” -pregunta alguien. “-Fue un hombre dueño de todas las perfecciones -dice el tipo-. Tenía el genio de Einstein, la bondad de San Francisco, la seducción de don Juan, la belleza física de Adonis. Cantaba como Pavarotti, bailaba como Fred Astaire, hacía el amor como Casanova, era más ingenioso que Bob Hope. Y en los deportes... ¡Ah! Mejor golfista que Jack Nicklaus, mejor tenista que Bjorn Borg. Para vestirse un Beau Brummel; en los negocios un Rotschild; como gourmet un Savarin”. Se admiran los presentes, y declara uno: “-En verdad ese hombre fue el ápex de todas las perfecciones. ¿Dónde lo conociste?”. “-Yo no lo conocí -responde con hosquedad el otro-. Me casé con su viuda”… La esposa de don Calentonio dio a luz a su noveno hijo. En la habitación del hospital el marido de la parturienta le hizo una pregunta al médico de su señora: “¿Cuándo podré volver a tener relaciones con mi mujer?”. “¡Doctor! -clamó ella con suplicante acento-. ¡Por favor dígale que espere al menos a que salga usted del cuarto!”... FIN.
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