DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Nadie está conforme con su suerte

Escrito en OPINIÓN el

No hay nadie ya que ignore que Ms. Lousylay es la mujer más frígida del mundo. Comparados con ella los casquetes polares son dos ignívomos crisoles de lava en borbotón. Tan frígida es Ms. Lousylay que una vez pensó en comprar el libro “La luna y seis peniques”, obra en la cual el escritor inglés Somerset Maugham (1874-1965) recrea la vida del pintor Gauguin en los mares del Sur. Pues bien: bastó ese mero pensamiento para que se congelara toda la cosecha de ananás en Tahití, aun cuando ni siquiera se llevó a cabo la compra del volumen. El domingo pasado Mr. Starving -que tal es el nombre del esposo de esa Eva on the rocks- le pidió el cumplimiento del débito conyugal en los términos de lo prescrito por las tres leyes: divina, humana y natural. Ms. Lousylay manifestó que el domingo es el día del Señor. No iba ella a profanarlo con semejante acción de lúbrica concupiscencia. El argumento le pareció endeble a Mr. Starving, tomando en cuenta que en los raros encuentros amorosos con su consorte jamás había habido concupiscencia ni lubricidad. Así pues, insistió. Le dijo que la última vez que tuvieron trato corporal fue cuando Calvin Coolidge fue electo presidente. (John Calvin Coolidge. 1872-1933. Trigésimo presidente de los Estados Unidos. Gobernó de 1923 a 1929). Oyó ese dato Ms. Lousylay y replicó escandalizada: “-¿Y ya quieres otra vez?”. El pobre Mr. Starving vaciló. Se sintió como un maniático sexual que acosara a una ninfa. Con timidez le recordó a su esposa los tres fines del matrimonio: perpetuación de la especie, ayuda mutua de los cónyuges y sedación de los naturales apetitos de la carne. Ella dijo que la suya no tenía apetito, y en cuanto a los otros dos fines, le valían. Así dijo: “-Me valen”. Ante la empecinada resistencia de su cónyuge Mr. Starving se alejó lleno de tribulanza, y fue a su club. Ahí le confió a un amigo: “-Hace años que mi esposa y yo no hacemos el amor”. “-¡Caramba! -exclama el otro lleno de admiración-. ¿Cómo lograste eso?”. La moraleja de la historia es ésta: nadie está contento con su suerte… La comadre se enteró de que su compadre iba a salir de cacería. “-Compadre -le dice-. Si caza un venado me separa una pierna”. “-¿Y si cazo dos?” -pregunta el compadre con expresión concupiscente-…  Un rabino judío y un cura católico tenían buena amistad entre sí, a pesar de que las cosas de religión suelen suscitar enemistades. Acostumbraban reunirse a sostener sabrosas pláticas. En una de esas charlas, el sacerdote arriesgó una declaración poco ortodoxa. “No sé por qué -dijo- nuestras religiones nos imponen tabúes que no parecen propios ya del tiempo en que vivimos. Por ejemplo, a ti tu religión te prohíbe comer carne de cerdo, en tanto que la mía me veda tener trato con mujer”. Ponderó el rabino: “Y he oído decir que la carne de cerdo es bastante sabrosa”. “Y yo -suspiró el cura- he oído decir que el trato con mujer es mucho más sabroso aún”... Pregunta la maestra: “-A ver niños: la palabra locomotora, ¿es masculina o femenina?”. “-¡Masculina!” -responde sin vacilar Pepito-. “-Te equivocas, -lo corrige la maestra-. Locomotora es palabra femenina”. “¿Cómo? -se sorprende el pequeño-. ¿Qué no cuenta el pito?”... Una encuestadora le preguntó a Babalucas: “¿Está usted a favor de la pena capital?”. “Sí -respondió él-, a condición de que no sea demasiado severa”... Llegó una linda chica a la farmacia y le pidió a la encargada: “Me das por favor una caja de toallas sanitarias”. Después de hacer ese pedido, alzó los brazos al cielo y exclamó llena de felicidad: “¡Gracias, Dios mío!”... FIN.
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