DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Pimp y Nela

Escrito en OPINIÓN el

Don Chinguetas iba a salir en su automóvil con su nieto de 5 años. Le sugirió doña Macalota: “Ve diciéndole al niño la marca de los coches con los que se crucen. Eso lo distraerá”. Cuando regresaron, doña Macalota le preguntó al pequeño: “¿Te fue diciendo tu abuelito la marca de los coches que pasaban?”. “Sí -confirmó el pequeño-. Vimos varios de la marca Ford, varios de la marca Chevrolet, y más de 50 de la marca Indejo”... Tiempo de Cruzadas. Hefestino, el herrero del pueblo, puso este anuncio en la puerta de su fragua: “¡Grandiosa oferta de temporada! Cinturones de castidad: 50 escudos”. Y abajo en letras más pequeñas: “Llave maestra para abrir cualquier cinturón de castidad: 500 escudos”... Una señora comentó en la merienda de los jueves: “Mi marido es muy gordo. Celebramos su cumpleaños los días 5, 6 y 7 del mes en que nació”... El sacerdote maya le dijo a su ayudante: “Creo que estamos haciendo las cosas completamente al revés, Tzik: tocamos los tambores y arrojamos las doncellas al cenote”... Vuelven a aparecer aquí Pimp y Nela. Él es proxeneta, rufián o gigoló; ella es su pupila. Llegaron a un pequeño pueblo donde no se les conocía y le pidieron al alcalde licencia para poner un puesto de antojitos. El munícipe no era retrógrado ni retardatario, antes bien profesaba ideas avanzadas. Pensaba que se debe propiciar la libre empresa y estimular el anhelo de los “aspiracionistas” de mejorar su condición. Así, extendió sin mayor trámite el permiso que le solicitaban. Grande fue su sorpresa, por lo tanto, cuando unos días después el gendarme del pueblo le informó que los recién llegados habían establecido un lupanar o ramería, “Congal, para que mejor me entienda usted, señor alcalde” -precisó el jenízaro. De inmediato el edil se apersonó en el establecimiento. Pimp y Nela lo recibieron acompañados por la media docena de señoras que ahí prestaban ya sus servicios. El alcalde reprendió severamente al lenón y a su daifa. “Ustedes me dijeron que iban a poner un negocio de antojitos, y en vez de eso pusieron una casa de prostitutas”. (Con menos letras lo dijo el jefe de la municipalidad). Replicó Pimp, descarado: “¿Y a poco no se le antojan?”... En pleno acto del amor doña Macalota le dijo de pronto a su marido: “Me gustaría ver a dos mujeres haciendo cosas delante de mí”. “¡Caramba! -exclamó don Chinguetas, asombrado-. ¡No te suponía capaz de semejantes pensamientos!”. “Sí -confirmó doña Macalota-. Me gustaría ver a una mujer barriendo y trapeando la casa, y a la otra haciendo la comida y lavando los trastes”... La señorita Peripalda, catequista, les indicó a los niños: “A cada uno de nosotros el buen Dios nos da una virtud: la virtud de la prudencia, la virtud de la templanza, la virtud de la sabiduría, la virtud de la castidad...”. De inmediato Pepito levantó la mano: “Maestra: si a mí me toca la virtud de la castidad, ¿la puedo cambiar por alguna otra?”... Don Languidio Pitocaido le contó a su esposa: “El hombre de la tienda me dijo que este traje me quita 20 años de encima”. Le sugirió la señora: “Pues póntelo de piyama hoy en la noche, a ver si así”... En la prisión se oyó ululato de sirenas y se advirtió inusitado movimiento de vehículos y gente. Babalucas preguntó, curioso: “¿Qué sucede?”. Alguien le explicó: “Se les escapó un preso”. “¿Y por qué tanto escándalo? -criticó Baba-. Adentro tienen muchos más ¿no?”... Cuando escuchó la confesión de Libérula, muchacha dadivosa de su cuerpo, el padre Arsilio pensó de inmediato en el infierno. Interrogó, severo, a la joven penitente: “¿Sabes lo que te vas a ganar acostándote con tantos hombres?”. “Francamente lo ignoro, padrecito -respondió Libérula-. Hasta ahora no he cobrado”... Picio, el tipo más feo y antipático de la oficina, se llegó por detrás a Dulcibel, la linda encargada del archivo. Le tapó los ojos y le dijo, travieso: “Si adivinas quién soy te invitaré a cenar, y luego al cine”. Ella lo reconoció por la voz y contestó de inmediato: “¡Don José María Morelos y Pavón!”... “¡Esto me lo va usted a pagar!”. Tales originales términos usó el marido engañado para amenazar al individuo a quien sorprendió en ilícito trance con su esposa. “Cómo no -replicó el sujeto-. Traiga la terminal”. (Nota. El insensato pretendía pagar su ruin acción con tarjeta de crédito)... FIN.
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