PASADIZO SECRETO

Aquellas etapas maravillosas de la radio (de aniversario de Nuevo Laredo)

Escrito en OPINIÓN el

Muchos habitantes de esas lejanas épocas recordaran que no se podía uno despegar de ese aparato ni por un instante, por lo mismo se tenía siempre muy cerquita y en un lugar seguro para que no se dañara, pues de ese equipo emanaban muy timbradas voces, música y radionovelas; comprobar con esto que, en Nuevo Laredo sí que se disfrutaban aquellas etapas maravillosas de la radio.
Recordar que, en la cocina, las amas de casa no podían realizar sus quehaceres sin el ruido de ese al que casi consideraban como parte importante de su hogar, por lo mismo lo tenían ahí en esa mesita de madera esquinada, en donde colocaban un mantel blanco de tejido fino que con él armonizara.
Las que habilidosamente cocinaban y al mismo tiempo sus radionovelas escuchaban, y que de pronto, intempestivamente dejaban de menear la sopa, y de un brinco en esa silla del comedor se sentaban, y nerviosas ahí callaban, pero en ocasiones y de la emoción hasta a la radio cerquitas le gritaban: ¡No mujer, no le hagas caso, él está casado!
El del taller del herrero también acostumbraba el tener la radio a todo “vuelo”, la soldadura pegaba mucho mejor al ritmo de esa cumbia, las cosas se hacían con mejor armonía escuchando esa música todo el día.
Pero al comenzar el locutor a hacer las dedicatorias para la raza de las distintas colonias, más emoción sentía el herrero al escuchar la dedicación para su barrio de esa melodía, entonces le subía más al volumen para que escucharan por igual las muy cercanas vecinas.
No se podrá negar, que otros que “emparejaban” su trabajo con la radio, eran aquellos elegantes y bien vestidos choferes de los camiones urbanos, los que, ante la vuelta y vuelta en su ruta, no le bajaban ni un instante a su música.
Tan así, que aquella mujer con sus niños que pretendía ya bajar del camión, le gritaba una y otra vez ¡bajan!, ¡bajan!, oiga ¿pues qué no me escucha?, ya me pasé una cuadra, ¡ya bájele a su escandalera para que escuche a la gente!, era el grito desesperado de aquella señora, costumbres que aún persisten.
Pero a las que sí que hacían enojar mucho los locutores eran a aquellas damitas que pretendían el grabar música, pues al momento que ponían aquella canción romántica y de moda, ésta era interrumpida por la voz del de la radio, dando la hora o diciéndole a sus radioescuchas el nombre de quien la había solicitado.
¡Oiga señor locutor!, por favor no hable porque estoy grabando música, es que la voy a necesitar para mi fiesta de cumpleaños, era la voz de aquella muchacha ya más que irritada por tanta y tanta interrupción. Este es un recuerdo vivo de Nuevo Laredo