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75 mil dólares

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Así es, 75 mil dólares fueron hallados en el interior de un ropero viejo e inservible, en un basurero de Argentina, para alegría de los trabajadores que lo encontraron en ese relleno sanitario. Esta fue una noticia publicada en “El Mañana” de la semana pasada.
Esta anécdota me pone a pensar en los siguientes hechos: primero, en el dueño de ese dinero que prefirió dejarlos allí que en un banco. Parecían importarle tan poco, que se guardó el secreto e impidió que se beneficiaran sus seres no tan queridos. Por otro lado, el ropero parecía poco menos que una basura, y así fue tratado, se le desechó y, quienes lo hicieron, ignoraban el extraordinario valor de su interior. Me imagino su reacción al conocer esta noticia, cuando descubrieron que tenían un tesoro que los habría sacado de muchos problemas… pero ya era tarde.
Por el otro lado, el de los trabajadores que le hallaron ¿cómo se lo iban a repartir? Probablemente este hallazgo provocó problemas entre ellos. Probablemente acabaron enemistados y ganaron la envidia de los que no les tocó nada.
Este hecho puede retratarnos a muchos de nosotros, ya que todos tenemos grandes cualidades, que nos beneficiarían, también a las familias, o, incluso, a la sociedad... pero preferimos esconderlos porque no queremos compromisos ni problemas. ¡Cuántos difuntos prefirieron esconder sus riquezas interiores! ¡Verdaderos tesoros perdidos para siempre!
Pero, por el otro lado, muchos de nosotros somos como ese ropero, que ignoramos las riquezas que se esconden en nuestro interior… porque no queremos hacer el esfuerzo de buscarlas. O bien, cuántas veces juzgamos a las demás personas, sin conocer el valor que encierra cada una de ellas, porque nos guiamos por su apariencia. ¿Creemos en el valor de los demás? ¡Cuántos grandes artistas consiguieron la fama, gracias a “alguien” que descubrió su talento! y, a la vez, ¡cuántos se perdieron porque nadie fue capaz de descubrirlo! Por ejemplo, Pedro Infante hubiera sido un cantante del montón, si no hubiera sido por el director Ismael Rodríguez, quien lo inmortalizó en sus películas.
Por el otro lado, todos somos como esos trabajadores de la basura que, casi sin buscarlo o proponérselo, hemos hallado grandes riquezas en la tecnología, creando cambios en la sociedad, que ya no tienen reversa. Tristemente, esta tecnología, también ha sacado lo peor de nosotros mismos. Por el otro lado, nuestra mayor riqueza la estamos desperdiciando.
En su mensaje sobre el cuidado de la Creación, el Papa escribe:
“A merced de nuestros excesos consumistas, (la Creación) gime y nos suplica que detengamos nuestros abusos y su destrucción. Son, pues, todas las criaturas las que gritan. A merced de un ‘antropocentrismo despótico’. En la obra de la creación, innumerables especies se extinguen, interrumpiendo para siempre sus himnos de alabanza a Dios. Pero también son los más pobres entre nosotros los que gritan. Expuestos a la crisis climática, los pobres son los que más sufren el impacto de las sequías, las inundaciones, los huracanes y las olas de calor, que siguen siendo cada vez más intensos y frecuentes. Además, gritan nuestros hermanos y hermanas de los pueblos nativos. Debido a los intereses económicos depredadores, sus territorios ancestrales están siendo invadidos y devastados por todas partes, lanzando “un clamor que grita al cielo”. Amenazados por un egoísmo miope, los adolescentes exigen con ansiedad que los adultos hagamos todo lo posible para evitar o al menos limitar el colapso de los ecosistemas de nuestro planeta.
“Al escuchar estos gritos amargos, debemos arrepentirnos y cambiar los estilos de vida y los sistemas perjudiciales. Implica también una relación diferente con los demás y con la creación. El estado de degradación de nuestra casa común merece la misma atención que otros retos globales como las graves crisis sanitarias y los conflictos bélicos”.
Como personas de fe, sentimos además la responsabilidad de actuar, en nuestro comportamiento diario, en consonancia con esta necesidad de conversión, que no es sólo individual: “La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria”.
Dejemos de desperdiciar nuestras grandes riquezas, dejemos de esconderlas, desperdiciarlas o ignorarlas y aprovechémoslas para que nos conviertan en personas responsables. Pero en ello, como siempre, usted tiene la última palabra.
padreleonardo@hotmail.com