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Advertencias

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Desde hace más de 20 años, el ascenso al volcán Popocatépetl está prohibido en un radio de 12 kilómetros alrededor del cráter. Son muchos los carteles que hablan de los peligros que significa llegar al cráter en las veredas que conducen al volcán, debido a la actividad volcánica, que se ha intensificado. Sin embargo, no son pocos los grupos de personas que han pasado esta advertencia, que, lejos de ser para ellos un impedimento, los alentaba a subir clandestinamente.
Un grupo de personas, hace unos pocos días, ignoró estas advertencias, contrataron un guía y buscaron el ascenso. Pocas horas después, una mujer de 25 años, murió golpeada por una roca incandescente a sólo 30 metros del cráter, otro de ellos, quedó muy herido al caer 50 metros de profundidad, y su guía los abandonó, y después de momentos de angustia y desesperación durante la noche, fueron finalmente rescatados.  
Ignoro si habrán aprendido la lección. Pero, tristemente, ellos no serán los últimos que asciendan clandestinamente al volcán... porque para muchos, las advertencias de peligro, no son más que una invitación para seguir adelante.
Pero, no somos distintos a estos jóvenes. Nuestra conciencia y nuestra inteligencia no dejan de advertirnos de los peligros, no solamente físicos, sino también de los mentales, a los que continuamente nos exponemos. “Las reglas están para romperlas”. Para muchos, este es el ideal de la libertad.
En su mensaje a las familias, el Papa dijo lo siguiente:
“La libertad es uno de los bienes más valorados por el hombre contemporáneo. Todos desean ser libres, no tener condicionamientos, no estar limitados, y por eso aspiran a liberarse de todo tipo de ‘prisión’ cultural, social, económica. Sin embargo, cuántas personas carecen de la libertad más grande, la interior. La libertad más grande es la libertad interior. La libertad nos ha sido dada. Todos nosotros nacemos con muchos condicionamientos, interiores y exteriores, y sobre todo con la tendencia al egoísmo, es decir, a ponernos nosotros mismos en el centro y a buscar nuestros propios intereses.
“Todos ustedes cónyuges, formando su familia, han hecho esta elección valiente: no usar la libertad para ustedes mismos, sino para amar a las personas que Dios ha puesto a su lado. En vez de vivir como ‘islas’, se han puesto ‘al servicio los unos de los otros’. De este modo se vive la libertad en familia. No hay ‘planetas’ o ‘satélites’ que viajan cada uno en su propia órbita. La familia es el lugar del encuentro, del compartir, del salir de sí mismos para acoger a los otros y estar cerca de ellos. Es el primer lugar donde se aprende a amar. No se olviden nunca de que la familia es el primer lugar donde se aprende a amar.
“Hermanos y hermanas, mientras reafirmamos esto con gran convicción, sabemos bien que en los hechos no siempre es así, por muchos motivos y muchas situaciones diversas. Y así, precisamente mientras afirmamos la belleza de la familia, sentimos más que nunca que debemos defenderla. No dejemos que se contamine con los venenos del egoísmo, del individualismo, de la cultura de la indiferencia y de la cultura del descarte, y pierda así su ‘ADN’, que es la acogida y el espíritu de servicio. Esta es la fisonomía propia de la familia: la acogida, el espíritu de servicio dentro de la familia.
“Queridas familias, también ustedes están invitados a no tener otras prioridades, a ‘no volverse atrás’, es decir, a no echar de menos la vida de antes, con sus ilusiones engañosas. Cuando no se acoge la novedad de la llamada de Dios la vida se fosiliza, añorando el pasado. Y este camino de estar echando de menos el pasado y no acoger las novedades que Dios nos manda, nos fosiliza, siempre; nos vuelve duros, no nos hace humanos.
“Habrá momentos de oscuridad, momentos de dificultad en que pensaremos que todo se acabó. Que el amor que viven entre ustedes sea siempre abierto, extrovertido, capaz de ‘alcanzar’ a los más débiles y a los heridos que encuentran a lo largo del camino; frágiles en el cuerpo y frágiles en el alma. El amor, en efecto, también el familiar, se purifica y se refuerza cuando se da.
“La apuesta por el amor familiar es valiente; hace falta valor para casarse. Vemos a tantos jóvenes que no tienen el valor de casarse, muchas veces alguna mamá me dice: ‘Haga algo, hable con mi hijo, ¡ya tiene 37 años y no se casa!’. ‘Pero, señora, no le planche las camisas, empiece a alejarlo un poco, deje que salga del nido’. Porque el amor familiar empuja a los hijos a volar, les enseña a volar y los anima a volar. No es un amor posesivo, sino de libertad; siempre. Y luego, en los momentos difíciles, en las crisis -todas las familias tienen crisis, todas pasan por ellas-, no tomes la salida fácil: ‘Regreso con mamá’. No lo hagan. Sigan adelante, con esta apuesta valiente. Habrá momentos duros, habrá momentos difíciles, pero hay que seguir adelante, siempre. Tu marido, tu mujer tiene esa chispa de amor que han experimentado al principio; dejen que salga de su interior, descubran de nuevo el amor. Esto les ayudará mucho en los momentos de crisis”.
Hasta aquí lo que dijo el Papa. “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad, lo ha señalado la ONU en la Declaración de los Derechos Humanos. Hoy está en crisis ante la propuesta de priorizar el placer sobre el compromiso. No permitamos que esto ocurra. Detengamos la descomposición social. Pero en ello, como siempre, usted tiene la última palabra.
padreleonardo@hotmail.com