COMPARTIENDO OPINIONES

Salman

Escrito en OPINIÓN el

Salman Rushdie, escritor de nacionalidad inglesa y de origen indio, se hizo famoso, por la amenaza que recibió, de parte del gobierno islámico de Irán, que le condenó a muerte y ofreció una jugosa recompensa por quien lo matara, desde hace más de 30 años. Este lamentable suceso no hizo más que convertir su libro en un éxito mundial de venta.

Tristemente, fue víctima durante esta semana de un atentado en Nueva York que lo mantiene al borde de la muerte, lo cual causó alegría a algunos de los fanáticos. Pero el intento por silenciarlo no dio resultados: aumentaron la venta de sus libros, desde el cobarde atentado.

Reconozco que no he leído ninguno de sus escritos y no estoy de acuerdo con algunas de sus ideas, pero jamás me alegraría  de los males que una persona difunda por difundir ideas. Cuando la violencia se impone a los argumentos, la verdad siempre saldrá perdiendo.

La intolerancia sigue siendo un grave problema. Pareciera que la capacidad de argumentación ha sido substituida por los gritos y descalificaciones; las amenazas y la imposición, han sido grandes características. Hoy vemos con ironía que, algunos grupos que defienden las minorías lo hacen con una intolerancia, contaminada en parte con un tipo de redes sociales, en el que el fanatismo y sectarismo son sus principales ingredientes.

Y, tristemente, quienes tienen argumentos e inteligencia, pero, no van de acuerdo con lo llamado “políticamente correcto”, son ridiculizados y las afirmaciones que presentan son sacadas de contexto. Son ampliamente censurados y ridiculizados, sin brindarles oportunidad de defenderse, mientras a los partidarios de lo “políticamente correcto”, cuentan con muchos espacios y no permiten argumentar a quien se atreva a pensar de manera distinta, volviéndose los debates en lamentables monólogos, en el que triunfa quien grita y no permite que se le interrumpa, ante un moderador que poco puede hacer ante la astucia de quien impone sus puntos de vista, alentado por sus seguidores, cuyos méritos son la incondicionalidad con un cierto tipo de causa.

La diferencia de pensamientos y de puntos de vista diversos a los nuestros con motivo de política, cultura, nacionalidad, religión ¡y hasta en los deportes! No debe de ser una excusa para la agresividad, sino para el diálogo, donde lo único irrenunciable es la dignidad de la persona, el respeto a la vida y a la libertad de expresión, siempre y cuando no afecte a terceros y fomente una sana convivencia social. Y aunque desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el artículo 6 de la Constitución Mexicana-

En su viaje del 2017 a Egipto, el Papa lo ha dejado claro:

“Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar. Juntos declaramos el carácter sagrado de toda vida humana frente a cualquier forma de violencia física, social, educativa o psicológica. La fe que no nace de un corazón sincero y de un amor auténtico a Dios misericordioso es una forma de pertenencia convencional o social que no libera al hombre, sino que lo aplasta. Digamos juntos: Cuanto más se crece en la fe en Dios, más se crece en el amor al prójimo.

Sin embargo, la religión no sólo está llamada a desenmascarar el mal sino que lleva en sí misma la vocación a promover la paz, probablemente hoy más que nunca. Nuestra tarea es la de rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz, encontrarnos, dialogar y promover la armonía con un espíritu de cooperación y amistad. Nosotros, como cristianos “no podemos invocar a Dios, Padre de todos los hombres, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios”. Hermanos de todos. Más aún, reconocemos que inmersos en una lucha constante contra el mal, que amenaza al mundo para que “no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad”, “a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles”. Por el contrario, son esenciales: En realidad, no sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse: hoy se necesitan constructores de paz, no de armas; hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción.

Asistimos perplejos al hecho de que, mientras por un lado nos alejamos de la realidad de los pueblos, en nombre de objetivos que no tienen en cuenta a nadie, por el otro, como reacción, surgen populismos demagógicos que ciertamente no ayudan a consolidar la paz y la estabilidad. Ninguna incitación a la violencia garantizará la paz, y cualquier acción unilateral que no ponga en marcha procesos constructivos y compartidos, en realidad, sólo beneficia a los partidarios del radicalismo y de la violencia”.

Hacer esto realidad depende de nosotros. Pero en ello, usted tiene la última palabra.

padreleonardo@hotmail.com