DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Meñico Maldotado

Escrito en OPINIÓN el

El cuento con que empieza hoy este artículo es de color rojo subido. (Para los españoles esa clase de cuentos pícaros son verdes, y para los norteamericanos son azules). No se comprende que el autor lo narre en un día como hoy, pero más vale un lápiz débil que una memoria fuerte, y a fin de no olvidar la supradicha narración el escribidor le da salida ahora... Dulcibella y su novio Pitorro se iban a casar, y la fecha de su boda estaba cerca. Valido de esa circunstancia el anheloso galán le pedía a su dulcinea un adelanto de los goces de himeneo, pero ella se resistía a obsequiar la petición, pues su mamá le había dicho: “De la cerca lo que quiera, pero de la huerta nada”. En observancia de tan sabia -y realista- enseñanza ella le permitía a su galán llegar hasta la tercera base en caricias dulces y sabrosos toqueteos, pero no lo dejaba robarse el home. Una noche en que él se mostraba particularmente insistente en su demanda la muchacha le dijo: “Ya falta poco para que nos casemos, Pito. ¿Acaso no puedes aguantar la espera?”. Repuso él: “Se me va a hacer muy larga”. Eso llamó la atención de Dulcibella. Preguntó con marcado interés: “¿Qué tan larga?”. (Nota: tenía razón Pitorro: el tiempo se alarga para quien espera lo deseado. Dum spiro spero, decían los latinos. Mientras respiro, espero. Eso equivale a decir “Mientras hay vida hay esperanza”).... “¡Un beso más como el que me acabas de dar y seré tuya para siempre!”. Eso le dijo Dulciflor a Libidiano en el culmen del deliquio pasional. “Entonces vámonos -deshizo el abrazo el galán-. No quiero compromisos permanentes”. (Escribió Neruda: “Amo el amor de los marineros, que besan y se van”. Pero el tal Libidiano no era marinero. Trabajaba como agente de ventas para la fábrica de jabones “La Espumosa”, S.A.)... Compadezcamos a este infeliz joven, Meñico Maldotado. Madre madrastra -la expresión es de Neruda- fue para él la naturaleza, pues lo dotó paupérrimamente en la región de la entrepierna. Esa minusvalía, sin embargo, no fue óbice para que encontrara novia y la desposara. La noche de las bodas él se puso frente a su dulcinea, que lo esperaba ya en el tálamo nupcial, y dejó caer la bata de popelina verde que para el efecto le había confeccionado su mamá en la máquina de coser Singer. Lo novia vio a su maridito y exclamó. “¡Caramba! ¡Ojalá haya algo bueno en la tele!”. (Por fortuna era domingo, y había dos excelentes programas: “Domingos Herdez” y “Estudiantinas que estudian”)... El señor llegó de un viaje y se encontró con que su señora no estaba en la casa. Le preguntó a la mucama: “¿Salió de compras?”. Respondió la fámula: “Por la forma en que iba vestida yo creo que más bien salió de ventas”... Terminó uno más de los trances amorosos, y el Lobo Feroz le hizo una sincera confesión a la guapa Caperucita Roja: “No voy a negarlo, linda: alguna vez sentí la tentación de comerte. Pero luego creciste y...”... Dos tipos bebían en el Bar Ahúnda. Le preguntó uno al otro: “¿Por qué nunca te casaste?”. Relató el otro: “Tuve una novia. Pero cuando andaba yo ebrio a ella no le atraía casarse conmigo, y cuando andaba sobrio a mí no me atraía casarme con ella”... Avaricio Cenaoscuras es el hombre más cicatero y ruin de la comarca. En cierta ocasión su esposa le sugirió tímidamente: “A ver qué día de estos vamos a comer por ahí”. “¡Insensata! -clamó el cutre-. ¡Por ahí no se come!”... Don Trisagio y doña Letanita, esposos, se hallaban en el Cielo, pues ambos fueron en vida buenos y devotos. Estaban juntos en la morada celestial, con su aureola y sus alas, cuando pasó frente a ellos una angelita de esculturales formas. De inmediato se le cayó la aureola a don Trisagio y sus alas se pusieron más firmes y elevadas. Doña Letanita le dijo con tono de reproche: “A mí no me engañas, Tri. Tuviste un mal pensamiento”... FIN.

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