Nuestra ciudad, un vital nexo en el comercio internacional, se enfrenta a retos significativos. La afluencia de miles de tráileres, fundamentales para nuestra economía, conlleva problemas inherentes: su tránsito hacia y a través de la ciudad, los cruces hacia puentes, parques, bodegas y estacionamientos.
Este fin de semana, un lamentable accidente en la carretera Méx-2 ha vuelto a poner en relieve su peligrosidad. Esta vía, conocida por su inseguridad y falta de terminación, presenta carriles abandonados que, bajo la lluvia, se vuelven aún más riesgosos. La carencia de señalización adecuada, iluminación y mantenimiento de la pintura y señalética agravan la situación. Además, la práctica frecuente de tráileres circulando en formaciones de hasta tres unidades incrementa exponencialmente el peligro, sin mencionar aquellos conductores que exceden los límites de velocidad o realizan maniobras imprudentes.
La problemática se intensifica en rutas como la Carretera Aeropuerto, habitualmente saturada de tráileres y mezclada con el tráfico local. A pesar de las regulaciones que buscan separar el tráfico comercial del residencial, estas normas a menudo se ignoran, resultando en tráileres atravesando áreas densamente pobladas.
Es claro que se necesita una inversión sustancial en infraestructura, pero también es imperativo profesionalizar al personal encargado y adecuar las vías urbanas para determinar dónde deben y dónde no deben circular los camiones.
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