EN VOZ ALTA

Duda razonable

Escrito en OPINIÓN el

Concluido el segundo día de deliberaciones del jurado, la moneda sigue en el aire en el juicio en contra de Genaro García Luna, sin que aún se haya llegado a un veredicto final. Y aunque quedaron muchos temas en el tintero en cuanto a la estrategia de los fiscales del distrito de Brooklyn, ya que de acuerdo a las expectativas que se habían generado en torno al acusado, que eran muchas y muy altas, éstas se fueron desinflando de manera estrepitosa al ver cómo, para muchos, inclusive, no necesariamente los que apostamos por su culpabilidad, en más de uno de los cargos que se le imputan, se han quedado cortos a la hora de presentar las pruebas que se habían presumido superaban por mucho lo que hemos atestiguado durante el juicio, esperando no resulte esto en una peor decepción cuando se conozca el sentido de la sentencia.

Nadie sabe dónde quedaron los millones de documentos, los cientos de audios y videos, y no se puede entender cómo ni siquiera se pudo obtener una sola grabación de los agentes de la DEA, quienes, por cierto, trabajaron de la mano más que nunca en la historia junto con las Fuerzas Armadas de nuestro país cuando García Luna era su aliado. Luego entonces, nadie, en su sano juicio puede creerse el cuento que, ahora resulta que nadie estaba enterado de aquel lado del río que, el ahora inculpado no sólo estaba coludido hasta el tronco con la delincuencia, sino que lo hacía con la entera complacencia de todos los que lo rodeaban. No se quiera hoy aparentar que los gringos, quienes se jactan de saberlo y controlarlo todo, salieran con la historieta de que la pesera de la casa de García Luna era la más grande, hermosa y bonita del mundo.

Aunque se haya logrado una decente narrativa de incriminación con la presentación de los testigos de cargo aportados por la fiscalía, que hay que decirlo, sí viene a cuadrar, pero de manera poco contundente, no sólo la participación del inculpado en la trama de conspiración por introducir cocaína a suelo americano, sino que, queda de manifiesto la estructura piramidal con que este sujeto contaba para llevar a cabo dicha operación, en donde se mencionó, además, a Cárdenas Palomino y a Acosta Chaparro, entre otros, como sus brazos ejecutores en el trasiego de la droga proveniente de Centroamérica con destino a los Estados Unidos de Norteamérica, faltó, a nuestro juicio, contundencia que permitiera al jurado tener la certeza irrefutable sobre la culpabilidad de García Luna como el criminal, asesino y narcotraficante que es.

Otra de las inverosimilitudes del caso resulta la decisión del juez Brian Cogan, de dejar fuera, a petición de la defensa, todo lo relacionado a la fortuna multimillonaria invertida en suelo gringo por una red de prestanombres y empresas fantasma mediante triangulaciones financieras en paraísos fiscales, en un clara intención de desestimar la ruta del dinero como consecuencia de los sobornos recibidos por sus narco socios, aparte de los contratos concedidos en claro conflicto de interés y un evidente ejemplo descarado de corrupción institucional en el gobierno de Peña Nieto, en donde se tiene documentado la compra de múltiples bienes muebles e inmuebles, incluidos casas, terrenos, departamentos, yates, vehículos deportivos, de lujo, y hasta de colección, por más de 800 millones de dólares, nada más, pero nada menos que, en Miami.

Simple y sencillamente se ve la mano facciosa e hipócrita del sistema norteamericano judicial en un esfuerzo por esconder todo lo que pueda involucrar, tanto a las corporaciones de procuración de injusticias gringas que pudiesen estar embarradas en el caso, como en el de “Rápido y Furioso”, en el que además de Felipe Calderón y Medina Mora, estuvo estrechamente relacionado el propio García Luna con altos funcionarios de la DEA, la CIA y el FBI, con el objetivo de introducir armas y ponerlas en las manos del crimen organizado de nuestro país, y que también se dejó, de manera deliberada, fuera del juicio, lo que abre una sospecha más que fundada y nos deja, no sólo con un mal sabor de boca en cuanto al alcance que pudiese tener el sentido de la sentencia, así como pudiese existir en el jurado, y con mucha razón, la mentada duda razonable.  

ADENDUM

De acuerdo con toda la evidencia que de manera abrumadora existe en relación con la participación activa de los Estados Unidos de Norteamérica en no sólo dejar hacer y dejar pasar, en los casos de narcotráfico, no sólo en México, sino a nivel mundial, todas las pruebas apuntan a que la guerra contra las drogas emprendida desde Washington y dictada al resto del mundo resulta, no sólo una farsa, sino una traición a su propio pueblo que esta sufriendo las consecuencias de manera trágica y lamentable cobrando la vida de cientos de miles de personas, sobre todo jóvenes y mujeres, que mueren por sobredosis año con año.

Resulta pues, inaceptable, que se quiera poner en el banquillo de los acusados hasta hoy al gobierno de México, cuando ha sido durante los pasados 50 años en los que ellos han propiciado mediante un consumo en aumento constante e indiscriminado de drogas. No puede ser posible que mientras allá no se combata, ni se quiera siquiera aceptar el gravísimo problema de una demanda descomunal creciente de narcóticos, en donde no se termina por reconocer que el abuso de estupefacientes es un tema sociocultural y de salud pública, que por cierto, tampoco hacen mucho por enfrentarlo, menos aun por combatirlo de manera interna en cuanto a los distribuidores y vendedores finales, que son muchos, que trabajan a la luz del día, al amparo del gobierno, sin que nadie los moleste, y quienes, por cierto, también son narcotraficantes aunque allá el gobierno los siga protegiendo.

Luego entonces, en todo caso, son ellos también culpables por el delito de conspiración y cómplices en la venta de droga a sus conciudadanos, esto sí, más allá de toda duda razonable.