Este fin de semana la palabra Querétaro fue la etiqueta o “hashtag” de mayor tendencia en el país, seguido del nombre del bar Los Cantaritos, por la histórica masacre de 10 personas y más heridos cuyas vidas podrían estar en riesgo.
Si bien fueron relativamente pocas las imágenes y videos del suceso, así como del hallazgo de la camioneta que se dice habría sido utilizada por los gatilleros, para después abandonarla y prenderle fuego, éstas circularon con mucha fuerza.
Sin duda este tema va ligado a la política y el dilema en redes se inclina a defender o atacar, según la trinchera, al PAN que es el que gobierna esa entidad o a Morena como federación, pero en muchas de esas discusiones partidistas parece perderse el núcleo de la tragedia, que fue la pérdida de al menos 10 vidas de mujeres y hombres jóvenes en su mayoría y de cómo esto enluta al país.
A pesar de que las noticias de violencia no son ajenas en todo el país, un suceso de esta naturaleza, que además fue captado desde diversos ángulos por las cámaras de seguridad e incluso algunos celulares; trascendió de forma especial porque más allá de la usual lucha entre militares y organizaciones criminales o rivalidades entre grupos delictivos, los hechos escalan a un nivel de terrorismo doméstico o narcoterrorismo, como también se ha manejado, pues involucró un tiroteo indiscriminado a personas inocentes.
Independientemente de si se trataba del usual amedrentamiento que ocurre en cualquier parte del país por incumplimiento o negativa en el cobro de piso, abrir fuego de esta manera fue un acto cobarde y que se asemeja a los que ocurren en Estados Unidos en escuelas, centros comerciales y otros lugares públicos, pues más que un blanco en específico, fue una masacre que cimbró a Querétaro y que marcará un antes y un después para el municipio y la entidad.