El pasado día 25 de este mes, se celebró el llamado “Día internacional en contra de la violencia en contra de la mujer”. Y es verdad, la violencia es rechazada por las personas sensatas, sea contra la mujer o contra el hombre, porque la violencia no es cuestión de género, sino de inhumanidad.
De las agresiones en contra de la pareja de distinto sexo, hay que recordar que no solo el hombre agrede a la mujer, sino la mujer en contra del hombre. Las agresiones en contra del hombre, de parte de la mujer, son el 33 por ciento. Las agresiones, en la sociedad, en contra del hombre son una mayoría. La mayoría de homicidios ¡Y con mucho!, son contra los hombres.
¡Ninguna violencia es justificada por la ley! ¡Siempre será un delito! ¡Nunca un acto de violencia contra la mujer ni contra el hombre! Cualquier violencia irracional es injustificada.
Si bien es cierto es que en otros tiempos, hubo una cultura que, de alguna manera justificaba esta posición, hoy no puede decirse lo mismo. Tristemente, algunas personas siguen utilizando este pasado para justificar sus posturas, más inclinadas a la confrontación que a la convivencia.
El Papa ha defendió de esta manera la dignidad de la mujer:
“Respecto a la mujer: yo siempre hablo de la dignidad de la mujer y allí dije una cosa que no puedo decir de los hombres: la Iglesia es mujer, es la esposa de Jesús. Masculinizar a la Iglesia, masculinizar a las mujeres no es humano, no es cristiano. Lo femenino tiene su propia fuerza. Es más, la mujer -lo digo siempre- es más importante que los hombres, porque la Iglesia es mujer, la Iglesia es esposa de Jesús. Veo que hay una mente obtusa que no quiere oír hablar de esto. La mujer es igual al hombre, es igual, es más, en la vida de la Iglesia la mujer es superior, porque la Iglesia es mujer. En cuanto al ministerio, es más grande la misticidad de la mujer que el ministerio. Hay un gran teólogo que ha hecho estudios sobre esto: ¿quién es más grande, el ministerio petrino o el ministerio mariano? Es más grande el ministerio mariano porque es un ministerio de unidad que involucra, el otro es ministerio de conducción, de guía. La maternidad de la Iglesia es una maternidad de mujer. El ministerio es un ministerio mucho menor, dado para acompañar a los fieles, pero siempre dentro de la maternidad. Y sobre esto han estudiado varios teólogos, y decir esto es algo real, no digo moderno, sino real. No es anticuado. Un feminismo exagerado que quiera decir que la mujer es “machista”, eso no funciona. Una cosa es el machismo, que no funciona, una cosa es el feminismo, que no funciona. Lo que va es la Iglesia mujer que es más grande que el ministerio sacerdotal”.
Hasta aquí el mensaje del Papa. En efecto, hay grupos en que el victimismo y la polarización, son los ingredientes principales. No deja de ser paradójico que, cuanto más fuerza y difusión se ha dado a este tipo de grupos, la violencia en contra de la mujer ha aumentado, porque la solución no está en los discursos sino en una sociedad, que pareciera obsesionada en lo superficial y el victimismo, más que en los valores que descubren lo mejor del ser humano que nunca ofende la dignidad de la mujer… ni la del hombre.
No. Los discursos, los vandalismos y las descalificaciones solo han servido para polarizar y provocar la violencia, que solamente ha servido para convertir a estos grupos en más agresivos, cuyas soluciones, en muchos casos, parecen más de índole política que en defender a la mujer. Grupos que viven de la violencia para justificar su estéril violencia, que, cuando ocultan sus rostros, no por el miedo a la denuncia, sino para lograr su impunidad. Es cierto que muchas mujeres no han caído en la tentación de pertenecer y apoyar a estos grupos, que son movidas por la inteligencia y no por los resentimientos. Defendamos los derechos y protección de la mujer, pero no en ciertos grupos feministas cuyo discurso está lleno de odio, prejuicios, estereotipos y rencor, aferradas a argumentos estereotipados e incapaces de dialogar sin insultar o gritar. Solo desde la sensatez es posible frenar la violencia, en la que usted, como siempre, tiene la última palabra.