No se puede considerar como una exageración el señalar el rumbo tan trágico que está tomando la humanidad, ver que cada año, década, incluso siglo, las cosas más que suavizarse se van endureciendo, destino que indudablemente conducirá hacia el final del “año” mundial.
Y no precisamente refiriéndose este término a ese repetitivo periodo en donde 365 días pasan a ser ese ciclo en donde ese tiempo soporta, registra y resguarda toda acción de la humanidad, muchas cosas buenas sí, pero otras lamentablemente con un claro y abundante reflejo del deterioro de toda sociedad.
Los cambios que está presentando esta forma de vida tanto en su convivencia como en su forma de subsistencia no han sido nada favorables, esto al comprobarse que su autodestrucción en todos los aspectos está influyendo y en demasía en todo lo que produce o se tiene a la mano para vivir.
Y ante esa actitud, muchos podrían considerar que por naturaleza el ser humano es susceptible a rebelarse, generar sentimientos que de cierto modo enciendan esa llama que conjugue y libere a través de su “raciocinio” eso que ha considerado en llamar ira.
Emoción que indudablemente lleva al que lo presenta o lo externa contra ese algo o a alguien a causar un daño en ocasiones irreversible, dejando secuelas físicas, mentales, de destrucción en objetos o entornos en este mundo en donde se desarrolla esa rutinaria vida.
Quebranto que no tan solo se manifiesta en el ser humano común, sino en esos que poseen o tienen la conducción de países ya sean estos grandes, pequeños, poderosos o en extrema pobreza, desatando con ideales esa falsa ambición de poder que en ocasiones y como líderes ocultan sus verdaderas intenciones para con sus gobernados.
Sobre esto, no es por demás recalcar que el mundo, la humanidad en sí ha padecido de innumerables equivocas acciones de esos denominados líderes, entonces de éstos surgen guerras en contra de otros países por apropiarse de territorios, asuntos de política, cuestiones de raza, odio y hasta religiosas, ver que de igual modo se manifiestan duramente y en contra de su propia población, de esos que se encuentra en desacuerdo por sus acciones de gobierno al grado de someterlas, exterminarlas.
Adicional a esto cierto es que cada país engloba ese sentimiento de impotencia cuando es duramente doblegado o lastimado en su propio territorio, a su propia población, como ese suceso de la destrucción de las torres gemelas con miles de víctimas entre muchos daños materiales más; lo sucedido ese 11 de septiembre sobre superficie terrestre, lo han considerado como el mayor evento catastrófico de la historia producido por la mano del hombre.
El S.S. Wilhelm Gustloff barco alemán de pasajeros, fue hundido en enero de 1945 por un submarino soviético ocasionando esto, la pérdida de más de 7 mil personas entre las que se contaban mujeres y niños; este hundimiento también ha sido catalogado como la peor catástrofe marítima en la historia ocasionada por el hombre.
En junio de 1985 como resultado de una bomba perecieron más de 300 personas que iban a bordo de un avión de la Air India, señalado esto y en su momento como el peor desastre aéreo provocado por igual por la mano del hombre.
Con estos contados eventos sucedidos a lo largo de las décadas y ocurridos en tierra, mar y aire demuestra que las acciones del ser humano, no respeta ni se limita a nada, que la “mano” del hombre actúa y sin piedad en contra de sí mismo para lograr sus intenciones.
Por supuesto que no se pueden dejar a un lado o de mencionar las atrocidades de reyes, jefes de estado, presidentes de países, militares que han dirigido grandes ejércitos, desde los inicios de la vida misma hasta estos últimos siglos, actos llenos de guerras y atrocidades en contra de la propia humanidad.
Ante todo esto, comprensible es que el ser humano requiere de ese patrón de ordenamiento, esto, para darle la mejor dirección correcta a sus vidas, sin embargo, la religión a través de la fe o las mismas leyes jurídicas al parecer esos modelos ya han sido y a través de los tiempos rebasadas, dejando espacios abiertos a establecer esa desobediencia como esa nueva forma de convivir y actuar entre los semejantes.
La semana entrante inicia el final de este año 2024 con la llegada del mes de diciembre, mes que estará lleno de innumerables eventos mundiales que van desde asuntos religiosos hasta de euforia y felicidad por la llegada del próximo 2025.
Pero y para los próximos años, quizás décadas muy probable que ya no se pueda aguantar por decir así esta forma de vivir, en donde los buenos deseos de un momento, no coinciden con esos equívocos actos diarios de todo un año, al estar cubiertos en su mayoría de ese odio, de avaricia, de búsqueda de poder dando por terminado y por esto, todo vestigio de esa necesaria convivencia humana.