No me gusta ver las trasmisiones por televisión de las mañanitas desde la Basílica de Guadalupe, en que se buscan contratar a las mejores cantantes, mientras los conductores se desviven en comentarios que muestran la importancia de la devoción y centran su mensaje en el ayate de San Juan Diego. Sobre todo, porque tal parece que eso es lo importante, cuando en realidad se trata de remediar “miserias, penas y dolores”, que muchas veces con nuestras actitudes, no hacemos más que incrementarlos. Pero eso sí, somos guadalupanos.
Hoy quiero compartir la homilía del Papa sobre la Virgen de Guadalupe, de hace dos años:
“Y algo así sucedió hace casi cinco siglos, en ese momento complicado y difícil para los habitantes del nuevo mundo. El Señor quiso transformar la conmoción que suscitó el encuentro entre dos mundos diversos, transformarla en recuperación de sentido, en recuperación de dignidad, en apertura al Evangelio, transformarla en encuentro. Y lo hizo enviando a su Madre. Así llegó a las tierras de América nuestra Señora de Guadalupe, presentándose como la ‘Madre del verdadero Dios por quien se vive’; y vino para consolar, para atender las necesidades de los más pequeños, sin excluir a nadie, para arroparlos como madre solícita con su presencia, su amor y su consuelo. Es nuestra Madre mestiza.
“Y este año celebramos Guadalupe en un momento difícil para la humanidad. Es un período amargo, repleto de fragores de guerra, de crecientes injusticias, carestías, pobreza, sufrimiento. Hay hambre. Y aunque este horizonte aparezca sombrío y desconcertante, aunque aparezca con presagios todavía de mayor destrucción y desolación, todavía la fe, el amor y la condescendencia divinas nos enseñan y nos dicen que también este es un tiempo propicio de salvación, en el que el Señor, a través de la Virgen Madre mestiza, sigue dándonos a su Hijo, que nos llama a ser hermanos, a dejar de lado el egoísmo, la indiferencia y el antagonismo, invitándonos a hacernos cargo «sin demora» los unos de los otros, ir al encuentro de los hermanos y hermanas olvidados y descartados por nuestras sociedades consumistas y apáticas, nuestros hermanos y hermanas dejados de lado. Y lo hace sin demora: es la Madre apurada, apresurada, la Madre solícita.
“Hoy como ayer, Santa María de Guadalupe quiere encontrarse con nosotros, como un día con Juan Diego en el cerrito del Tepeyac. Quiere quedarse con nosotros. Nos suplica que le permitamos ser nuestra madre, que abramos nuestra vida a su Hijo Jesús y acojamos su mensaje para aprender a amar como Él. Ella vino para acompañar al pueblo americano en este camino tan duro de pobreza, explotación, colonialismos socioeconómicos y culturales. Ella está en medio de las caravanas que, buscando libertad y bienestar, caminan hacia el norte. Ella está en medio de ese pueblo americano amenazado en su identidad por un paganismo salvaje y explotador, herido por la predicación activa de un ateísmo práctico y pragmático. Y Ella está allí. ‘Soy tu Madre’, nos dice, la Madre del amor por quien se vive.
“Hoy, 12 de diciembre, se inicia en el continente americano la Novena Intercontinental Guadalupana, camino que prepara a la celebración del V Centenario del Acontecimiento Guadalupano en 2031. Exhorto a todos los miembros de la Iglesia que peregrina en América, pastores y fieles, a participar en este camino celebrativo. Pero, por favor, que lo hagan con verdadero espíritu guadalupano. Me preocupan las propuestas de tinte ideológico-cultural de diverso signo que quieren apropiarse del encuentro de un pueblo con su madre, que quieren desmestizar, maquillar a la madre. Por favor, no permitamos que el mensaje se ‘destile’ en pautas mundanas e ideológicas. El mensaje es simple, es tierno: ‘¿No estoy yo aquí que soy tu madre?’. Y a la madre no se la ideologiza.
“Que Jesucristo, el deseado de todas las naciones, por intercesión de Nuestra Madre de Guadalupe, nos conceda días de alegría y serenidad, para que la paz del Señor habite en nuestros corazones y en el de todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.
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