El domingo antepasado apareció la noticia de un nuevo atentado contra la pintura más famosa del mundo, la Mona Lisa. Aparentemente, algunos grupos ecologistas han elegido como blanco para sus agresiones las obras de arte más apreciadas.
Hoy nos enfocaremos únicamente, al enigmático rostro pintado por Leonardo da Vinci entre 1503 y 1519.
Su lugar en el Museo del Louvre por primera vez se vio violentado cuando la obra fue sustraída en 1911. Misteriosamente fue recuperada dos años después, y se volvió a colocar en el Salón Carreé, sin mayores medidas de seguridad.
En 1956, una persona con el Síndrome de Stendhal, pasmado ante la belleza del retrato, le arrojó ácido sulfúrico, que causó daños en el interior. Debido a su trastorno mental, el agresor no fue castigado. (Este Síndrome psicosomático causa un elevado ritmo cardíaco, emoción y sentimientos incomparables cuando un individuo es expuesto a obras de arte extremadamente bellas).
Ese mismo año, un estudiante boliviano le arrojó una piedra que consiguió desprender un fragmento del pigmento correspondiente al codo izquierdo de la Mona Lisa. El motivo que expuso el joven fue que deseaba regresar a Bolivia, así que fue arrestado por 24 horas y luego deportado a su país.
Después de estos actos criminales, por fin se mandó fabricar una protección con lámina de policarbonato reforzada con tecnología.
Cuando el cuadro viajó al Museo Nacional de Tokio, en 1974, una mujer intentó rociarla con aerosol rojo, como protesta porque el Museo dificultaba el acceso a las personas con discapacidad.
En el siglo actual, en 2009, una dama rusa le estrelló una taza de porcelana, como acusación porque las autoridades le habían negado la ciudadanía francesa. Inmediatamente, ella quiso perderse entre la gente pero las cámaras de seguridad la identificaron y pudo ser detenida.
En junio de 2022, un joven que había ingresado al museo en silla de ruedas disfrazado como anciana con peluca blanca, al lograr acercarse, aventó una tarta de crema mientras gritaba: ¡Piensen en la tierra! ¡Piensen en la tierra!
Y ahora, en enero 2024, dos mujeres bañaron el vidrio protector con el contenido de unas latas de sopa, manifestándose por el derecho a una alimentación sostenible y saludable. Curiosamente, su protesta consistió en el desperdicio de un alimento.
A nuestro entender, ninguna excusa justifica los actos de vandalismo en contra del arte, así sus razones sean políticas, sociales o personales, porque no van acompañadas de un proyecto factible o de una solución viable. Protestar causando daños, nada más para llamar la atención, es un acto totalmente inmaduro e irresponsable.
Mérida, febrero 2024.