COMPARTIENDO OPINIONES

"El Fofo"

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Nunca había oído hablar del “Fofo” Márquez hasta que se metió en un penoso problema de agredir, de manera salvaje, a una mujer, por lo que fue detenido. Un hecho que los medios de comunicación han difundido ya que se hizo viral. Y, como si no fuera suficiente el video que lo evidencia, su cínica sonrisa al ser arrestado, pensando que su posición económica o su fama como “youtuber”, serían suficientes para librarlo del castigo, tal y como lo mostraba con la seguridad al ser detenido.

Probablemente pensaba cómo esta experiencia le iba a servir para sus próximas exhibiciones en las redes sociales, pero las cosas  o salieron como lo pensaba y se encuentra ante la posibilidad de una larga condena. Ahora sí suplica perdón.

Sin embargo, la mayoría de los comentarios que los lectores publican a la noticia, exigen que no salga de la cárcel y que tenga la más dura de las condenas ante su cinismo. Según parece, las simpatías que gozaba en las redes sociales, no aparecen reflejadas en los comentarios.

Esta actitud me hizo recordar las palabras que el Papa dijo hace unas semanas:

“Y llegamos al vicio que examinamos hoy: la vanagloria. Ésta va de la mano con el demonio de la envidia, y juntos estos dos vicios son característicos de una persona que aspira a ser el centro del mundo, libre de explotar todo y a todos, el objeto de toda alabanza y amor. La vanagloria es una autoestima inflada y sin fundamentos. El vanaglorioso posee un ‘yo’ dominante: carece de empatía y se da cuenta de que hay otras personas en el mundo además de él.

“Sus relaciones son siempre instrumentales, marcadas por la prepotencia hacia el otro. Su persona, sus logros, sus éxitos, deben ser mostrados a todo el mundo: es un perpetuo mendigo de atención. Y si a veces no se reconocen sus cualidades, se enfada ferozmente. Los demás son injustos, no comprenden, o no están a la altura”.

Probablemente no sólo el señor Márquez, sino muchos de nosotros podemos sentirnos identificados en ese aspecto, donde los reconocimientos y merecimientos, muchas veces ficticios, y otras veces, exagerados, suelen hacernos pensar que lo merecemos todo y que se nos debe de perdonar todo.

 Por otro lado, el Papa describe lo que es una persona justa:

“La persona justa venera las leyes y las respeta, sabiendo que son una barrera que protege a los indefensos de la arrogancia de los poderosos. La persona justa no sólo se preocupa por su bienestar  individual, sino que quiere el bien de toda la sociedad.

“Por eso, no cede a la tentación de pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios asuntos, por legítimos que sean, como si fueran lo único que existe en el mundo. La virtud de la justicia evidencia -y pone la exigencia en el corazón- que no puede haber verdadero bien para mí si no hay también el bien de todos.

“Por eso, la persona justa vigila su propio comportamiento para que no perjudique a los demás: si comete un error, pide perdón. La persona justa siempre pide disculpas. En algunas situaciones es capaz de sacrificar un bien personal para ponerlo a disposición de la comunidad. Desea una sociedad ordenada, en la que sean las personas las que den lustre a los cargos, y no los cargos los que den lustre a las personas.

“Aborrece el favoritismo y no comercia con favores. Ama la responsabilidad y es ejemplar viviendo y promoviendo la legalidad”.

padreleonardo@hotmal.com