Las lluvias son sin duda un recurso y hasta instrumento gubernamental -e incluso político- importante, pues la disponibilidad de agua para una región tiene siempre un impacto dentro de las prioridades y sobre todo exigencias de una población.
Recientemente vimos como Samuel García anunciaba el llenado de las presas como si las lluvias hubieran sido un logro gubernamental, y aunque era digno de celebrar el fin -temporal- de la crisis del agua en el área metropolitana de Monterrey, su manejo fue un tanto inclinado a lo político.
Esas lluvias de Alberto sin duda aliviaron muchas presas y hasta vimos algo de esa agua en los Laredos, claro, de forma moderada, pero el nivel del embalse que a nosotros nos compete no subió ni siquiera un punto porcentual.
La presa que sí tuvo un ligero repunte fue la Falcón, que pasó de 9 a 12 por ciento, sin embargo, hay que entender que incluso antes de estar en ese crítico nivel de un dígito fue necesario que La Amistad le trasvasara en el primer trimestre del año para rescatarla, y no es la primera vez, sino que ha sido constante el retiro de este segundo embalse, por lo que en términos generales, ha estado gastando más de lo que ha ganado, pues no han llegado aún esas lluvias -que a este punto tendrían que ser de un fenómeno severo- que traigan un fin al nerviosismo por ese recurso tan necesario y tan limitado hoy en día.
Aquí debemos aclarar que no es queja, sino una observación, pues sin duda debe apoyarse a las comunidades vecinas que dependen de la Falcón, pero sí debemos poner en perspectiva que los dos embalses reciban agua pronto, especialmente si tomamos en cuenta que se acerca la fecha de pagar una importante deuda de agua a los Estados Unidos, a quienes les corresponde una cantidad mayor del vital líquido almacenado.