Las columnas y cartones o caricaturas editoriales cargadas de sátira política han estado en los medios periodísticos prácticamente desde el inicio, pero desde hace décadas estas publicaciones -al menos en los medios responsables- no cruzan la línea entre la libertad de opinión y el ataque personal.
Distinguir la sátira política de un ataque personal no debería ser difícil, pues mientras la primera se enfoca en el desempeño y acciones que giran alrededor de la función pública o intereses colectivos, en el caso de particulares que adquieren notoriedad, mientras que la segunda atenta contra la persona y hasta sus seres queridos.
Ayer la alcaldesa Carmen Lilia Canturosas dio a conocer que presentará una denuncia formal contra medios de comunicación y páginas que la han atacado constantemente de manera personal, a través de publicaciones que consideró que han excedido los límites de la crítica legítima, al utilizar su imagen y físico como objeto de burla.
Explicó que si bien los funcionarios están sujetos al escrutinio por el desempeño de su trabajo, además de que el debate público y el ejercicio libre del periodismo es parte esencial de la democracia, pero que algunas publicaciones y páginas en redes sociales han emprendido una campaña que no es periodística, sino de violencia disfrazada de opinión.
En este caso no es difícil saber el origen o corriente política de donde provienen los ataques, pues curiosamente esas páginas que publican memes o imágenes que buscan mofarse de la imagen de la alcaldesa, dedican el resto de sus publicaciones a contextos muy positivos de los regidores del PRIAN.
Ayer durante conferencia de prensa, la alcaldesa llamó a evitar la violencia de género y a procurar de manera general, la civilidad tanto en el periodismo como de manera general y mostró imágenes de las publicaciones y páginas dedicadas a denostarla de forma personal.
De igual manera, consideró que quienes no están de acuerdo con su trabajo, están en su derecho de inconformarse a través de cuestionamientos y debates, sin embargo llevarlo al ámbito familiar y personal, utilizando su imagen para atacarla, está fuera de contexto y cae dentro de la violencia de género.
Sin duda la difusión de imágenes que atacan el físico de una persona, promueven y normalizan el odio y la violencia comunitaria utilizando a los medios como instrumento, además de polarizar e incluso cosificar, en este caso, a una mujer.