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‘Weaponized trade’, el juego de Trump

Escrito en OPINIÓN el

“Weaponized Trade” es el término que está marcando el paso en la era de Donald Trump, y no podría ser más acertado. Este término que usan los académicos y analistas se refiere al uso de medidas comerciales como si fueran armas políticas, destinadas a doblegar a los oponentes o a conseguir objetivos que poco o nada tienen que ver con el comercio. Y cuando el comandante de esta estrategia es Trump, más vale mantener la cabeza fría, porque las intenciones van más allá de lo evidente.

Donald Trump ha demostrado, una vez más, que no es un presidente cualquiera. Es peligroso, porque juega un juego donde los dados están cargados y sus intenciones van más allá de lo evidente. Y aquí estamos todos, tratando de mantener la cabeza fría mientras su nueva jugada pone a tambalear el tablero del comercio internacional.

El primero de febrero, Trump anunció la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de Canadá y México. No contento con eso, también apuntó a China con un 10%. En su cruzada proteccionista, Trump justifica estos aranceles bajo el pretexto de frenar el flujo de drogas como el fentanilo y de reducir la inmigración ilegal. Pero ojo, esto no es solo una pelea de aduanas; es el inicio de una reconfiguración brutal del comercio y la política global.

Como lo explica el profesor Markus Wagner, director del Transnational Law and Policy Centre, University of Wollongong, en un artículo, a Trump le encanta la palabra “arancel”. La ha descrito como “la palabra más hermosa del diccionario”, y su afecto por las medidas proteccionistas no es ningún secreto. En su visión, esta es la herramienta mágica que devolverá los empleos a los trabajadores estadounidenses, aunque al resto del mundo le cueste sudor y lágrimas.

Pero este movimiento va más allá del proteccionismo. Es lo que los expertos llaman “comercio como arma”. Y Trump la sabe usar bien, como cuando logró que Colombia diera marcha atrás en una decisión diplomática utilizando la simple amenaza de aranceles. Ahora, con Canadá y México, la jugada es más grande y los riesgos, también.

El comercio entre estos tres países no es un juego menor. En 2022, el intercambio de bienes y servicios entre Estados Unidos y Canadá alcanzó los 909 mil millones de dólares, mientras que con México sumó más de 855 mil millones. La industria automotriz, por ejemplo, depende enormemente de esta integración regional. Un coche ensamblado en cualquiera de estos países lleva piezas de todos lados. Con los aranceles, los precios se dispararán y los consumidores tendrán que pagar la factura.

En su análisis, Wagner explica que la agricultura tampoco se salva. Los agricultores estadounidenses exportan miles de millones de dólares en maíz, soya y carne a sus vecinos, mientras que importan aguacates y tomates de México. Si los aranceles provocan represalias, los productores de los tres países podrían salir perdiendo.

Y aunque Trump ha dado un respiro temporal a los aranceles sobre el petróleo canadiense, su impacto no tardará en sentirse en el precio de la gasolina para los consumidores estadounidenses.

Esto no es la primera vez que el mundo lidia con la estrategia de Trump. Ya en 2018 impuso aranceles al acero y aluminio, desatando una guerra comercial temporal que solo se resolvió al renegociar el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Pero esta vez, el panorama luce más sombrío.

Canadá y México no se han quedado de brazos cruzados. Han amenazado con represalias y también han intentado apaciguar a Trump con medidas como la reciente campaña canadiense contra el tráfico de fentanilo. Pero también podrían recurrir a los mecanismos de resolución de disputas del T-MEC o la Organización Mundial del Comercio, aunque esos procesos suelen ser lentos y poco fiables.

A largo plazo, una de las opciones más discutidas para Canadá y México es diversificar sus relaciones comerciales y reducir su dependencia del mercado estadounidense. Pero, como diría cualquiera que haya intentado romper con una relación complicada, “no es tan fácil como parece”. Así que, mientras Trump juega al ajedrez con el comercio internacional, más vale que todos los demás sepamos jugar al poker. Porque este presidente no solo lanza amenazas; también sabe cómo hacerlas realidad.

¿Usted qué opina?