La Secundaria 2 prohibió el uso de celulares, ya como parte de su reglamento y si bien no es la primera institución que se enfrenta a esta situación, ha generado reacciones mixtas respecto a dicha medida.
Mientras algunos padres apoyan la idea de que no existan distractores en el aula, otros quieren tener comunicación en todo momento con sus hijos.
Esto nos hace recordar un poco aquellos años en los que los padres daban completa confianza a los docentes para que éstos disciplinaran a los hijos de forma rigurosa, mientras que ahora la paternidad y maternidad suelen inclinarse a una defensa total de los estudiantes, en ocasiones sin la razón.
A opinión de un segmento que se crió a la vieja usanza, ser tan indulgentes con los hijos está creando una sociedad indisciplinada y en ocasiones un tanto frágil para enfrentar los retos de la vida adulta que les espera, pues esta no les dará la tregua que esperan.
Obviamente tampoco se trata de retomar la parte violenta de la crianza añeja, en la que disciplinar con “reglazos” era considerado esencial para forjar el carácter y el respeto a la figura de un docente y en general alguien mayor o con una posición superior, pero no haría daño retomar algo de la firmeza que venía con el regaño de una maestra, que solía ser suficiente para corregir actitudes y mejorar la atención o aprovechamiento en clase.
En fin, se trata de encontrar ese equilibrio, disciplina sin violencia física ni psicológica, pero tampoco con la indulgencia que parece prevalecer hoy en día.
Respecto a los celulares, si bien es importante tener forma de contactar al estudiante en caso de emergencia, hay formas de hacerlo sin que este se esté distrayendo con esa tecnología que incluso se ha convertido en un instrumento del bullying, que en ocasiones ayuda a perpetuar y esparcir un momento bochornoso de alguno de los alumnos, además de distraerlos en horario escolar.