AULA ABIERTA

El docente contra un sistema injusto

Hola querida familia, amigos y lectores, les saluda su amiga, la Maestra Diana.

Escrito en OPINIÓN el

Hoy quiero hablarles sobre un tema que me ha estado rondando la cabeza desde hace unos días: el caso del profesor Esteban, quien, como muchos ya saben, enfrenta un proceso judicial tras la trágica muerte de un alumno. Este caso ha puesto en evidencia no solo las dificultades emocionales y profesionales que enfrentan los docentes, sino también la sobrecarga laboral y la falta de apoyo tanto de las autoridades como de los sindicatos.

Al observar lo ocurrido, no puedo evitar reflexionar sobre cómo se espera que los maestros se conviertan en “todo en uno”. No solo debemos enseñar, sino también ser psicólogos, médicos, orientadores, terapeutas, detectores de problemas emocionales y hasta defensores legales. Cada vez se nos carga más responsabilidad, sin darnos las herramientas necesarias para afrontarlas. Y, sin embargo, cuando ocurren tragedias como la que vivió el profesor Esteban, se nos señala como los culpables.

En el caso específico del profesor Esteban, él fue el que activó el protocolo correcto: alertó a los padres del menor, notificó al seguro médico y buscó atención para el estudiante. Pero a pesar de seguir todos los pasos, terminó siendo acusado de omisión de auxilio, una acusación profundamente injusta si consideramos que no podía predecir el desenlace de un golpe aparentemente inofensivo. Es importante preguntarnos, ¿por qué se busca que los maestros sean responsables de todo, cuando muchas de estas situaciones están fuera de su control? El hecho de que el maestro Esteban se haya convertido en el blanco de esta acusación deja claro que se espera que los docentes se hagan cargo de todo lo que ocurre en las aulas y fuera de ellas, sin tener en cuenta las limitaciones y realidades de nuestra profesión.

Además, se olvida que los maestros no solo lidiamos con problemas académicos, sino también con situaciones sociales y emocionales complejas que no siempre tienen que ver con el entorno escolar. En las aulas de hoy, muchos de nuestros estudiantes llegan con problemas serios: con golpes, mal alimentados, sin una base emocional sólida, y a veces, desalineados. Los maestros recibimos a esos niños con los brazos abiertos, sin cuestionar su situación familiar, pero ¿y si fuera al revés? ¿Qué pasaría si la escuela pudiera demandar a los padres por no detectar que su hijo o hija estaba pasando por una crisis emocional, o por no haber visto que tenía una necesidad médica no atendida?

Aquí es donde deberían estar los padres y, en muchos casos, el sistema educativo se ve obligado a cubrir los vacíos que ellos no pueden. Hay niños que no reciben el apoyo adecuado en casa, y aunque el maestro se esfuerce al máximo, las dificultades emocionales o sociales de los estudiantes terminan reflejándose en su desempeño académico. Pero, ¿por qué se deja todo el peso en el docente? Nos convertimos en el primer punto de contacto para todo, pero sin el respaldo necesario de quienes realmente tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de los estudiantes: los padres y el sistema de salud.

Este es otro aspecto que creo que no se está considerando: la responsabilidad de los directivos y supervisores en situaciones como estas. Los maestros no trabajamos en el vacío. Somos parte de un sistema educativo que, si bien tiene como base al docente, también depende de la supervisión y dirección. Los directivos y supervisores tienen la obligación de ofrecer el respaldo adecuado en situaciones complejas. Sin embargo, muchas veces nos encontramos completamente solos, enfrentando las consecuencias de nuestras acciones sin apoyo institucional. En el caso del profesor Esteban, la falta de un respaldo claro por parte de su directiva y la supervisión que no tomó una postura firme en su defensa refleja lo vulnerable que estamos ante este tipo de situaciones. No basta con seguir los protocolos; es necesario que los directivos, como líderes de la comunidad educativa, también asuman su parte de responsabilidad en la protección y apoyo a sus docentes.

Y, por último, está el respaldo de las autoridades educativas. ¿Dónde están cuando un maestro es injustamente señalado? El sindicato, que debería ser nuestro defensor, en muchos casos no actúa con la contundencia que se requiere. Los docentes estamos bajo un constante escrutinio, y cuando algo sale mal, los sindicatos y las autoridades deben garantizar que se brinde el apoyo necesario. Sin este respaldo, los docentes quedamos desprotegidos ante acusaciones que, en muchos casos, están fuera de nuestro control. Es urgente que se establezcan mecanismos de defensa más sólidos y eficaces que garanticen que no seremos abandonados en situaciones difíciles.

Además, debemos hablar de un tema fundamental que se ha vuelto cada vez más difícil de ignorar: la remuneración de los docentes. El sueldo que recibimos no corresponde ni de cerca al nivel de responsabilidad y sobrecarga laboral que enfrentamos. Somos llamados a ser los encargados de educar, orientar, detectar problemas emocionales y sociales, e incluso asumir tareas que deberían estar en manos de otros profesionales, todo por un salario que no refleja ni de lejos el esfuerzo y la dedicación que ponemos en nuestra labor. Mientras más se nos exige, menos se reconoce nuestro trabajo y, sin embargo, seguimos adelante con la esperanza de hacer una diferencia, a pesar de la falta de apoyo y de una compensación justa.

El análisis de este caso nos lleva a una conclusión clara: si seguimos por este camino, seremos responsables de todo lo que suceda. Se está dejando en evidencia que los maestros debemos cargar con todo, ser responsables de los problemas de los estudiantes, sin el apoyo necesario de los padres, sin el respaldo de las instituciones, y con una sobrecarga de tareas que nos impide enfocarnos en lo que realmente importa: la educación de nuestros estudiantes.

Queridos lectores, los invito a reflexionar sobre este tema. ¿Qué opinan? ¿Deberíamos seguir aceptando que los maestros sean responsables de todo lo que sucede en la escuela? Me encantaría escuchar sus opiniones.

Con cariño a mis lectores,

La Maestra Diana Alejandro