Muy a la vieja usanza, los precandidatos o aspirantes a ciertos puestos parecer creer que gritar y hacer expresiones o ademanes propios de un concurso de oratoria de tercer grado de Primaria es hacer política, pues así era antes, pero según los cánones actuales, esa actuación acartonada ya no conecta con el electorado. Esto último en parte porque se asocia a que quienes hablaban así los decepcionaron, sin duda una práctica muy común en el PRI en que la formación de los candidatos implicaba que los discursos fuertemente inclinados a ese formato de los concursos de oratoria proyectaba firmeza, pero hoy en día la estrategia debe ser distinta. La firmeza en los discursos deben seguir presentes, sin duda, pero gritar y asegurar que con ellos las cosas serían diferentes no está generando esa confianza en la mayoría de los ciudadanos con algo de perspicacia. Entre los vicios de los aspirantes está el basar su campaña en ataques, pero suele hacerlos ver débiles, pues si bien es importante que entre sus discursos señalen las problemáticas actuales con conocimiento de causa, con estadísticas y tanta información como sea posible, el electorado de hoy en día suele conectar más con los candidatos que muestran un plan bien definido y sobre todo realista, porque prometer todos pueden, cumplir, solo algunos pocos. Ahí tenemos el ejemplo de Cabeza de Vaca que aseguró que en unos meses tendría el Estado a la mejor policía, bien pagada y entrenada por corporaciones estadounidenses, para poder erradicar de una vez por todas la violencia, pero aquí estamos en otra realidad, el gober está por concluir su gestión y Tamaulipas es sinónimo de inseguridad en el país y hasta en el mundo, con tristes episodios que han acaparado la atención en medios internacionales. Regresando al tema de los acartonados métodos de campaña, los ciudadanos cansados de tantos políticos que llegaron con un discurso que declamaban con todos los decibeles que sus cuerdas vocales les permitían, hoy son las técnicas de la prehistoria, y aunque de ninguna debe proyectarse una pasividad en los discursos, el tono ya no puede ser el mismo de siempre. Gritar como lo hacen algunos candidatos y candidatas solo proyecta su intención de querer compensar sus mentiras para poder convencer. Entonces ¿tienen que gritar los candidatos?, ¿ve usted a Biden, Merkel, Trudeau, Boris Johnson o a cualquier líder del primer mundo haciendo eso?, obviamente no, pues si elevan la voz, lo hacen de forma mesurada y no lo aplican a todos los contextos. Mucho está en juego en las próximas elecciones, no solo en Nuevo Laredo sino en todo México, pues además de estar convocados a votar casi 95 millones de electores registrados, -cinco millones más que las elecciones del 2018-, se renovarán más de 21 mil cargos de elección popular, incluyendo 500 diputados federales de las 65 legislaturas, 15 gubernaturas, mil 63 diputados de 30 congresos locales y mil 926 ayuntamientos en 30 estados de la República.